Se acabaron las enciclopedias

02 / 10 / 2014 Javier Memba
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Los grandes almacenes del conocimiento desaparecen: los reemplaza un portal de Internet (Wikipedia) que tiene problemas con su fiabilidad y con el olvido.

A buen seguro que, en sus búsquedas mediante Google, el lector ha dado en más de una ocasión con esa leyenda que aparece al final de la página: “Es posible que algunos resultados se hayan eliminado de acuerdo con la Ley de Protección de Datos europea”. Pero si el usuario busca en Wikipedia esos datos eliminados, es probable que los encuentre. De las 304 peticiones para borrar alguno de sus contenidos que recibió la Fundación Wikimedia –organización responsable de Wikipedia– entre julio de 2012 y el pasado mes de junio, no fue atendida ninguna. Más: según manifestó Jimmy Wales –cofundador de Wikipedia– el pasado mes de agosto, durante la presentación del primer Informe de Transparencia de Wikimedia, la sentencia dictada en mayo por el Tribunal de Justicia de la UE, que obligaba a los buscadores a eliminar los enlaces que remitieran a informaciones lesivas para terceras personas –tal era el caso de 50 referencias de Wikipedia–, “es una forma de censura que deja agujeros en la memoria colectiva. Conocer la historia es un derecho humano. Lo peor que puede hacer una persona es tratar de forzar el silencio de otra”.

Al parecer, más allá de las cuestiones discutibles –si alguien profesó o no determinada ideología, si una obra es buena o mala, si un artículo es subjetivo, tendencioso o merece el espacio que ocupa–, un buen número de los textos que quieren suprimir los aludidos se refieren a negligencias profesionales y a delitos cuyos culpables ya cumplieron las penas que dicta la ley. De ahí el lirismo del nombre que le da el tribunal europeo: “Derecho al olvido”. Pero no es menos poético ese “desvanecimiento” del que habla Wales en referencia a los “enlaces censurados”.

El origen de la sentencia europea fue un litigio que enfrentó a Google con la Agencia Española de Protección de Datos. Según se dice en el Informe de Transparencia, el Tribunal de la Unión descuidó “su responsabilidad de proteger uno de los derechos universales más importantes: el de buscar, recibir y transmitir información”.

Solo el primer día que Google colgó el cuestionario correspondiente para la petición de retirada de referencias, recibió más de 12.000 demandas de ciudadanos europeos. Desde entonces, el popular buscador, que siempre ha jugado un papel determinante en el éxito de Wikipedia al colocarle deliberadamente en la primera página de sus resultados, recibe una media de cinco peticiones semanales para borrar enlaces a la célebre enciclopedia en línea. Pero Wales lamenta que Google no concrete qué información elimina y asegura que Wikipedia publicará una lista con todos sus enlaces censurados en Europa.

En términos semejantes se manifestó Lila Tretikov, directora de Wikimedia: “Creemos que esta forma de censura es inaceptable. No podemos construir la suma de todo el conocimiento humano sin algunas de la fuentes fundamentales, basándonos en documentos editados”.

Suma de nuestro saber.

En cualquier caso, nadie duda de que Wikipedia sea la encargada de esa suma de la construcción del conocimiento humano, al menos en lo que a nuestro tiempo se refiere. Ante tamaña grandeza, sus responsables parecen haberse declarado insumisos ante el derecho al olvido y las sentencias judiciales.

Desde que Jimmy Wales y Larry Sanger pusieron en marcha la iniciativa, el 15 de enero de 2001, la neopedia –como la llaman algunos comentaristas– se ha convertido en el quinto sitio web más visitado del mundo. Paradigma de las web 2.0 –aquellas donde se comparte información y contenidos–, se ha convertido también en la enciclopedia por antonomasia de nuestros días. Más aún, en la actualidad, es la única que se edita.

A finales del pasado siglo quién iba a decirles a aquellos sufridos vendedores puerta a puerta, los que por una modesta comisión llevaban a domicilio todo el saber guardado en las grandes obras que vendían, que una inteligencia colectiva como los usuarios que redactan Wikipedia iba a dejarles sin trabajo. Sin embargo, la Gran Enciclopedia del Mundo, de Ediciones Durvan, publicó su último apéndice –el tomo 38– en 2007; la Espasa –nombre por el que se conocía la Enciclopedia Universal europeo-americana de la editorial Espasa Calpe– se despidió en 2012. Dejó tras de sí 70 volúmenes originales, 18 apéndices, 37 suplementos y siete complementos oficiales. Un montante total de 132 tomos que se han quedado en nada ante los 1.123.439 artículos de Wikipedia. Si a todas estas piezas les sumamos los textos incluidos en las 270 ediciones que presenta la neopedia en otras tantas lenguas, nos da un total próximo a los 16 millones. Ante semejante cifra, incluso la Enciclopedia Británica, el paradigma de las enciclopedias impresas, ha sucumbido. También dejó de editarse en papel en 2012. Más aún, hasta Encarta, la propuesta de Microsoft y la única neopedia (en línea y CD-rom) de enjundia, dejó de publicarse en 2009.

No hay nada que hacer ante una web gratuita, sin publicidad, en la que todo el mundo puede contribuir y que supera los 400 millones de visitas al mes. Incluso podría apuntarse que aquella meta del enciclopedismo con trazas de quimera –compendiar y divulgar todo el saber humano–, se ha alcanzado ahora que ya no se editan enciclopedias tradicionales. Porque, en contra de lo que suele pensarse por aquello de que Wikipedia sea obra de una inteligencia colectiva (que todo el mundo pueda entrar en ella y poner lo que le dé la gana), la neopedia solo presenta un 24% más de errores que la Británica. Consta en los anales el caso de Arnold Jacobs, un periodista de la revista Esquire que en 2005 publicó un artículo repleto de incorrecciones y faltas de ortografía deliberadas. Al día siguiente, la mayor parte estaban enmendadas. El resto lo estuvo en 48 horas, algo inconcebible en una enciclopedia impresa. Lo que, por otro lado, también choca dada la negativa de Wikipedia a retirar aquellos artículos que atentan contra el derecho al olvido de sus protagonistas.

En opinión del periodista y escritor Jesús Marchamalo, “el hecho de que cualquier persona en cualquier parte del mundo pueda editar un artículo parece que lleva a que Wikipedia sea una enciclopedia bastante plural y rigurosa”. Marchamalo también es uno de los grandes paladines de nuestros días del papel y el libro a la antigua usanza. En su opinión, el fin de las enciclopedias tradicionales, “más que bueno o malo es inevitable. Hay que habituarse a convivir con el progreso y la tecnología nos está cambiando el mundo radicalmente. Que desaparezcan las enciclopedias es un síntoma más de que nos encaminamos a un mundo que en muchos aspectos va a ser distinto. Es el viento de la historia y lo que opinemos va a dar lo mismo”.

Nostalgia del papel.

Otra cosa es la nostalgia que, como de tantas otras cosas dejadas atrás por los nuevos usos, pueda sentir cada uno. “Conservo un absoluto apego al papel como vehículo de comunicación. Tengo teléfono móvil, blog y cuentas en Facebook y Twitter. Pero, a pesar de todo, el papel me sigue gustando como vehículo de comunicación de la literatura. Los libros tienen algo más que la mera lectura. Un libro es más que un texto, va más allá, y ese valor añadido que tiene, a mí todavía me interesa”, dice Marchamalo.

Nadie duda de que la tecnología sea funcional, práctica y operativa. Pero también entraña pérdidas. Así, entre lo que dejó atrás la neopedia, no obstante sus enlaces, destaca aquella maravilla que se llamaba “hojear la enciclopedia”.

Para la escritora Irene Gracia, pasar las tardes de los domingos de su infancia hojeando la Espasa era como para “la Alicia de Lewis Carroll atravesar el espejo. Los grabados y las transparencias en colores eran muy bonitos. Era como cuando se empieza a navegar en Internet por primera vez. Era entrar en un mundo paralelo. Más que para informarme la utilizaba para viajar, para buscar palabras y conceptos que me resultaban atractivos”. Es tanto el magnetismo que la Espasa todavía sigue ejerciendo sobre ella que constituyó su única herencia, junto con la Summa Artis, la enciclopedia del Arte, también de Espasa-Calpe. Reconoce haber empezado a usar Wikipedia hace muy poco tiempo “y siempre contrastando con la Espasa, que sigue siendo encantador y divertido”.

Otro escritor, Jesús Ferrero, cuenta una historia que hubiera hecho feliz a Borges. Se refiere a un pueblo de Alemania sobre el que estaba leyendo un artículo en la Espasa cuando tuvo que salir inesperadamente sin haber memorizado el nombre del lugar en cuestión. Como en las enciclopedias a la antigua usanza no hay historial de las páginas visitadas al que recurrir, desde entonces, volver a ese artículo se ha convertido en un sueño imposible. “Desgraciadamente no voy a poder hacerlo. A ver, ¿cómo lo encuentras ahora? Es algo que me ha pasado con muchos asuntos”.

Ferrero también se refiere a ese valor, casi arqueológico, al que han quedado reducidas de un modo inexorable las enciclopedias impresas. “La Espasa sigue siendo buena para todo lo que es el mundo y ocurre en el mundo hasta 1910 o 1916, aproximadamente. Luego tiene apéndices donde informa de épocas posteriores, pero de forma más sintética. Para la actualidad y el presente no sirve de gran cosa. Pero sí que es cierto que, en todas mis novelas ambientadas en la Historia, ha sido un buen amigo. Por lo menos para iniciar la investigación. Además, siempre incluye bibliografía muy interesante para descubrir. Cuando no existía Internet, las enciclopedias eran una herramienta básica y he consultado muchas. Españolas y francesas, como la de Larousse. En general me gustaba mariposear por ellas, detenerme en los artículos al azar. La Summa Artis sigue siendo para mí una gran referencia. Cuando quiero informarme del arte hindú o del arte chino, me ubica enseguida”.

El viento de la Historia sopla inexorable. Pero esperamos que el derecho al olvido también le sea negado a las viejas enciclopedias.

Grupo Zeta Nexica