Personajes enigmáticos

17 / 07 / 2006 0:00 J. M. Goicoechea
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Se llaman “novelas en clave”y, aunque sin excesiva tradición en España, hay curiosos ejemplos, casi siempre relacionados con la política.

Héctor Tamayo Sáez se llama un sicario colombiano responsable de un par de asesinatos que aparece en una novela de reciente publicación. ¿Tamayo? ¿Sáez? ¿Es una casualidad poética? No debe de serlo tanto cuando el autor de la obra, Las pruebas de la infamia (Tropismos), es Joaquín Leguina, diputado del PSOE y ex presidente de la Comunidad de Madrid, quien ya ha publicado varias novelas. Parece una pequeña venganza literaria contra los dos tránsfugas que propiciaron, con su traición al partido, la llegada a la presidencia de Esperanza Aguirre, en 2003.

En clave

Es la segunda vez que Leguina utiliza al abogado Baquedano en un libro. En esta ocasión, el letrado se encarga de la defensa del sospechoso del asesinato del dueño de una empresa constructora. Como telón de fondo hay una aparentemente compleja trama de corrupción urbanística en los alrededores de Madrid, en Majadahonda para ser exactos.

Una buena panda de personajes reales pueblan las páginas de Las pruebas de la infamia con su nombre y su verdadera ocupación; si fuera cine, se llamarían cameos: Iñaki Gabilondo –el abogado se levanta todas las mañanas escuchando sus tertulias radiofónicas–; Esperanza Aguirre –“Esta mujer tiene las trompas de falopio bien puestas y en su sitio”, dice de ella Baquedano–; Mario Gas o Enrique Cornejo –el empresario teatral tiene incluso un papel con varias frases–; Alberto Ruiz-Gallardón –de quien detalla casi toda su genealogía– o una cierta concejala de cultura del Ayuntamiento madrileño que es catalana... Alicia Moreno.

Pero la gracia está en los que aparecen con otros nombres, aunque resultan más o menos reconocibles, según lo informado que esté el lector. En la novela de Joaquín Leguina, la jueza encargada del caso se llama Manuela Meana: “Era una mujer en torno a los cincuenta. No podía decirse que fuera guapa, pero tenía una mirada atractiva”.Todo muy favorable, como si se quisiera quedar bien con alguien. ¿Estará inspirado el personaje en Manuela Carmena, jueza de vigilancia penitenciaria, políticamente afín al autor? Otro ejemplo es un tal Roberto Romero de Tajadura, jefe del PP en Majadahonda en la ficción, cuyo nombre y actividad se parecen sospechosamente a Ricardo Romero de Tejada, alcalde de Majadahonda y dirigente del PP madrileño en la realidad.

La novela en clave es casi un género, muy utilizado en países como Francia o Inglaterra, pero en España no tiene demasiada tradición. Hay ejemplos sueltos. A mediados de los años noventa, Manuel Vicent publicó Jardín de Villa Valeria, donde contaba las vicisitudes de un grupo de amigos durante la Transición. La mayoría de cuantos aparecían tenían nombre y apellidos, tanto que contar las infidelidades de uno de ellos le costó a Vicent una demanda por parte de la viuda de aquél. Es el riesgo de jugar con claves.

“Es un tipo de planteamiento ocasional y no suele dar muy felices resultados –explica el profesor de Literatura y crítico Santos Sanz Villanueva–. Su eficacia, además, está muy ceñida a una actualidad efímera. Envejece mal y si la obra tiene algún vuelo creativo y merece seguirse leyendo pasado el tiempo, entonces necesita ineludiblemente el apoyo de explicaciones y notas que identifiquen a los personajes o situaciones velados en la invención”.

Las aristócratas y pijas Imperia Raventós y Miranda Boronat o la folclórica Reyes del Río, entre otra galería de freaks, dieron vida a la novela de Terenci Moix Garras de astracán (Planeta). Cuando se publicó, la gente se lanzó a buscar equivalencias con los famosos del momento. Pero no todo es literatura efímera.

Humor

“El problema que tiene la realidad es que a veces es poco real, poco verosímil”, dice Juan Bas, que acaba de publicar Voracidad (Ediciones B): “Desde el prisma del esperpento hago crítica social y me muevo en un humor muy ácido y negro”, explica.

Voracidad es una historia de comedores compulsivos, situada en 2003, cuando go- bierna la derecha en España: “Gente con ansia desaforada por la comida, que sería una metáfora de la voracidad como ambición desmedida, sin escrúpulos”. Hay políticos y gente de la televisión que, reconoce Bas, están inspirados en alguien. Él no juega con la posible identificación, más bien opta por una presentación tremendista, exagerada de la realidad.

“Un buen novelista español del siglo pasado –recuerda Sanz Villanueva–, Ramón Pérez de Ayala, hizo en AMDG un alegato antijesuita donde disimuló algunos nombre reales. Suya es también Troteras y danzaderas, que es quizás la más importante novela española en clave, llena de personajes del mundo político y literario de comienzos de siglo (se alude a Galdós, Valle-Inclán, Maeztu, Ortega...). La lectura requiere una edición anotada como la que hizo Andrés Amorós, aunque las claves no sean muy difíciles. Pero no merece recuerdo por ello sino por su fondo, la búsqueda de un sentido vital de un joven desorientado.Alguna vez, en cambio, la clave tiene un alcance importante. Es el caso de la conocida escena de Tiempo de silencio en la que el protagonista asiste a una conferencia y con la cual Martín- Santos satiriza con poca piedad la frivo- lidad social y la filosofía de Ortega y Gasset”. En Fabulosas narraciones por historias (Lengua de Trapo), Antonio Orejudo pone en marcha a escritores e intelectuales de la generación del 27 y alrededores para ironizar con todo aquello.

Dobles exactos

En 1981, Juan Pedro Aparicio, en Lo que es del César, presenta al General Longuero, auténtico trasun- to de un decrépito Franco. La primera novela de dictador –español– hecha en España. Más adelante, crea al inspector Gonzalo Malo, un tipo clavado físicamente a José María Aznar.

Tanto se parece que en una de las historias –La gran bruma–, Malo debe investigar un extraño caso que le lleva hasta alguien que fabrica dobles de famosos (Roldán, Lady Di...) para que sean estos los que vayan a la cárcel, por ejemplo, cuando sea necesario. El especialista en dobles le dice a Malo: “Qué gran Aznar haría con usted”.

Política y amores

El último premio Biblioteca Breve se lo llevó hace unos meses Luisa Castro con La segunda mujer (Seix Barral). Es la crónica de una relación amorosa entre una joven y un hombre maduro, intelectual, burgués, catalán... Luisa Castro fue, en su vida real, pareja durante un tiempo de Xavier Rubert de Ventós. ¿Hacen falta más claves?

David Serafín es el seudónimo que un profesor inglés que vive desde hace tiempo en España utiliza para firmar sus novelas de detectives, protagonizadas por el comisario Bernal. Éste, en sucesivas entregas, se las ha visto, cara a cara, con Adolfo Suárez o el Rey, sin ir más lejos.

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