Nirvana: 30 años de grunge

10 / 02 / 2017 Jesús Casañas
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En apenas siete años y con solo tres álbumes de estudio, la banda de Seattle cambió la historia del rock.

Corría el año 1987 cuando Kurt Cobain, tras el fracaso de su primer proyecto musical, Fecal Matter, convencía a su vecino de Aberdeen Krist Novoselic para que tocase el bajo en su nuevo grupo. Hace tres décadas nacía Nirvana. Los baterías irían y vendrían (en alguna ocasión tuvieron incluso un segundo guitarra), pero la tercera pata del banco no llegaría hasta después de grabar su primer disco: Bleach, que apenas costaría 600 dólares, donde Cobain contuvo aún sus ramalazos pop para destilar un álbum sucio de mucha, mucha rabia contenida. Hablamos, por supuesto, de Dave Grohl, con el que asentarían su base de operaciones en Seattle y grabarían Nevermind, que cambiaría la historia del rock para siempre. A pesar del poco caso que Geffen Records prestó a su nuevo fichaje, la emisión en bucle que la MTV hizo del videoclip de su primer single, Smells Like Teen Spirit, les catapultó hacia una fama para la que no estaban preparados.

Como todo sonido nuevo, no era sino una mezcla acertada de cosas anteriores con las proporciones justas: rock setentero, pop, punk, hardcore... La aparente sencillez de la música contrastaba con unas letras sofisticadas y unas melodías que se grababan a fuego en la cabeza: frustración adolescente, feminismo, autocrítica hacia una generación aletargada... Se definió como grunge y se les erigió como líderes de la denominada Generación X. El chiringuito de los viejos rockeros de los ochenta, con sus poses, su cuero, su misoginia y sus virtuosos solos de guitarra tenía los días contados. De repente, esta banda underground salida de la nada era capaz de derribar a Michael Jackson de las listas de ventas y hacer giras mundiales. Los chavales de todo el planeta se dejaron media melena, hicieron acopio de camisas de leñador y se lanzaron a los locales de ensayo a tocar aquellas cuatro quintas. El canto de cisne llegaría con su trabajo más oscuro y abstracto: In Utero, título al que accedió Cobain cuando rechazaron el de I Hate Myself and I Want to Die (me odio y quiero morir). El sueño hecho realidad se convirtió en pesadilla, y la fama mal asumida mezclada con el infierno de las drogas duras acabaron con el chico de la mirada triste el 5 de abril de 1994, teniendo el dudoso honor de entrar en el tenebroso club de los 27, más nutrido de lo que debiera.

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