Luces y sombras del libro digital

26 / 03 / 2015 Javier Memba
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El libro de papel goza todavía de buena salud, mientras el ebook no acaba de alcanzar las expectativas previstas.

En el verano de 2010, cuando Amazon anunció que vendía más libros electrónicos que impresos y que Kindle –su lector de ebooks– estaba copando el mercado, Ediciones B ya apostaba por este nuevo formato de lectura. “Por eso ahora estamos entre un 11% y un 12% por encima de las ventas del resto de las editoriales. Apostamos mucho desde el principio. En esto, la experiencia es un grado y ahora somos los que más vendemos”, declara Iluminada Vílchez, responsable de B de Books, el sello digital de Ediciones B. “Del montante total de libros que se venden en España, solo un 7% o un 8% son digitales. Pero esto es un dato importante. Lo que no se está vendiendo en papel se vende en digital”.

Ya ha llovido desde que se dio por sentado que el papel sucedería a la emulsión fotográfica y al vinilo en el sacrificio de los viejos soportes frente la era digital. Pero, igual que el vinilo ha sabido resistir entre coleccionistas, el libro de papel aún vende muchos más ejemplares que el digital. Según los datos hechos públicos recientemente por la Agencia Española del ISBN –la encargada de asignar el Número Estándar Internacional a los textos editados en nuestro país–, las ventas de ebooks en España no sobrepasan el 5% del montante total del mercado. Basta con echar un vistazo a nuestro alrededor en los medios de transporte. En efecto, se ve a lectores enfrascados en su libro electrónico. Pero por cada cinco de ellos, hay 95 que prefieren el libro tradicional.

Crisis de lectores.

Los datos hechos públicos por la Federación del Gremio de Editores de España en su informe del comercio interior del libro referido a 2013, el último hasta la fecha, también son elocuentes. Frente a los 153,83 millones de ejemplares de libros impresos a la antigua usanza que se vendieron en el mercado español hace un par de años, solo hubo 122.280 editados en formato digital. El montante total de ventas en papel ascendió a 2.181,97 millones de euros; en digital, tan solo a 80.266. Sin embargo, Iluminada Vílchez sostiene: “Hay una crisis de lectores y hay algunos que se están desplazando al digital. Además, el libro digital aún está despegando. En Alemania, las ventas alcanzan el 20% del mercado. Muchas editoriales aún se están dando cuenta de su importancia. Aunque sí es cierto que en 2014 hubo un estancamiento de las ventas”.

B de Books, que cuenta entre sus autores algunos tan leídos como Sarah Lark, ocupa las primeras posiciones en las librerías electrónicas: Amazon, Casa del Libro, Fnac, Apple... “Casi el 40% de las ventas se hacen en Amazon –continúa Iluminada Vílchez–. Un éxito de ventas es aquel título que tiene entre 2.000 o 3.000 descargas al año. Algunos de nuestros títulos están entre las 5.000 y las 10.000”.

Siguiendo con las estadísticas, frente a los 72.416 ISBN asignados a libros tradicionales en 2014, solo hubo 19.077 títulos en formato digital, lo que representa un 6,2% menos que en 2013. Y, lo que es más, esas 19.077 referencias pueden corresponder a muchos menos de la mitad de textos reales ya que cada uno de los títulos suele tener un ISBN por cada formato en el que se comercializa: PDF, ePUB, MobiPocket genérico, MobiPocket Kindle... No faltan expertos para quienes las expectativas que despertó el ebook se han visto defraudadas.

“Bueno, nosotros no las fijamos. Lo habrá hecho la gente que se metió en este negocio”, estima Miguel Jiménez, director de  la Agencia Española del ISBN. “Eso de armar mucho ruido diciendo que el futuro va a ser de algo que le interesa a uno es muy típico. Pero luego, el futuro es el que es y puede no responder a las esperanzas puestas en él. Se editan muchos libros electrónicos. Pero no tantos, ni por asomo, como se dijo que iba a haber. Frente a ese 20%, aproximado, de ISBN correspondientes a ebooks, del total de referencias asignadas, solo hay un 5% del montante total de ventas. A lo mejor se acaba llegando a un cierto equilibrio. Pero de momento es lo que hay”.

El libro electrónico, pese al entusiasmo de los fabricantes de lectores –Reader de Sony, Cervantes de bq Readers, Papyre de Grammata, el propio Kindle...– también se ha encontrado con no pocas reticencias de los editores. “Este sector es muy conservador –observa Antonio Huerga, uno de los responsables de Huerga & Fierro Editores, firma que trabaja en ambos formatos–. Para hacernos una idea, hay editoriales que no han cambiado el diseño de sus portadas en 40 años. Con estas mentalidades, resulta muy difícil hacerse a los nuevos procedimientos. Y eso que con los ahorros en transporte, almacenamiento, producción en general, que supone el libro electrónico, debería tener cuenta a los editores”.

En este mismo aspecto, Iluminada Vílchez hace notar que, aunque en el libro electrónico la ganancia es mínima para los editores, los gastos de edición también son mucho menores. “En el papel, hasta que llegan las ganancias, hay que cubrir una serie de gastos como adelantos y traducciones, que en digital no existen. Editar directamente en digital no sería rentable. Digitalizar el papel, sí”.

Piratería.

Miguel Jiménez también se refiere a esas reticencias de los editores respecto al ebook. Pero, a su juicio, obedecen a otra causa: “En el libro electrónico los precios tienen que ser bastante bajos para que la gente los compre y el volumen de negocio, que está en torno al 5% del precio, es muy pequeño”. A todo esto hay que añadirle el problema de la piratería. A día de hoy, gracias a la labor de las entidades de gestión de los derechos reprográficos, es tan difícil que alguien consiga fotocopiar un libro en una copistería como cometer cualquier otro delito en público. “Pero intentar frenar los archivos que se pasan en un pendrive, o por cualquier otro procedimiento, es como ir a ponerle puertas al campo –considera el director de la agencia del ISBN–. Por no hablar de las webs de descarga ilegal. Se cierran casi a diario, pero se vuelven a abrir con la misma facilidad. La piratería es otro factor que hace que los editores se retraigan mucho ante el libro electrónico”.

Sobre ese recelo de los editores ante los nuevos procedimientos, se impone dar otro dato, la cifra de libros de fondo editorial digitalizados –es decir, textos que ya estaban amortizados comercialmente en papel y en muchos casos incluso descatalogados– ascendió en 2013 a los 183.893 títulos. Muy superior a esos 38.621 editados únicamente en formato digital y a los 122.280, ya aludidos, comercializados en papel y en digital.

Y por encima de todas estas razones está el romanticismo de aquellos lectores que se niegan a ir en la dirección que sopla el viento de la historia, que sin duda es digital. “Hay una gran parte
 del público, entre la que me incluyo –sostiene Jiménez– que, aun siendo capaz de leer cosas en una pantalla electrónica, si esas cosas son un poco largas, prefiere el papel.”.

De momento, esas lecturas más largas, más íntimas y casi siempre de ficción, siguen siendo un reducto del papel. Ese mismo papel que sí se ha visto claramente desplazado por el soporte electrónico en los libros técnicos y de consulta, aquellos a los que solo se acude para una lectura más breve, la de un artículo o noticia puntual. “Si se trata de eso, de leer un artículo, se hace en la pantalla o se imprime. Pero, frente a la última novela de Javier Marías, por poner un ejemplo, el lector todavía sigue apreciando tenerla en la mano, al igual que la calidad con la que suelen estar impresas y editadas. Frente a estas cosas, no tiene nada que hacer el libro digital”.

Hace cuatro años, Beatriz Rodríguez fundó junto a Leonor Medel y Alba Ramírez la editorial Musa a las 9, firma dedicada única y exclusivamente al libro electrónico. “Todo el mundo nos miraba como si fuéramos bichos raros”, recuerda ahora. Tras todo este tiempo metida en el mundo de la edición electrónica, dedicada incluso a géneros que, de entrada, se antojan tan lejanos de estos nuevos procedimientos como la poesía, tiene mucho que apostillar: “El número de ventas no guarda relación alguna con el número de lectores. Es imposible cuantificarlos, pero hay muchos más lectores en formato digital de los que se desprenden de los datos hechos públicos. Lo que sí que es cierto es que no compran ebooks. Hay mucha descarga ilegal que no figura en ningún lado. Pero el soporte digital sí que triunfa. Esto quiere decir que tenemos un problema todos los que nos dedicamos al comercio legal del libro. Todos estamos perjudicados por el pirateo”.

Hábitos ilegales.

Respecto al pirateo hay otro dato muy significativo: las ventas de lectores aumentan frente al descenso de la publicación de libros electrónicos. “A nosotros, particularmente, nos afecta más por una cuestión de hábitos de lectura que por nuestro propio catálogo –continúa Beatriz Rodríguez–. Aunque sí hemos encontrado algunos de nuestros libros en páginas de descarga ilegal, no es tan frecuente que estén allí como los best sellers. Nosotros editamos una literatura minoritaria. Pero estas prácticas sí nos afectan en el sentido de que, en España, los lectores digitales están acostumbrados a las descargas ilegales. Para acabar con ellas no hay ninguna propuesta.
 Ni por parte del sector ni de la Administración”.

Aunque sí se han hecho campañas de persecución de estas páginas, hay dos cuestiones firmemente arraigadas en el común de los lectores: que los libros tienen que ser gratis porque la cultura es de todos –u otras ocurrencias de idéntico jaez– y que cuanto se baja de Internet también ha de ser gratuito. De ahí que, en opinión de esta responsable de Musa a las 9, “debería hacerse una campaña de concienciación del lector sobre el tema. Aquí no existe una ley fuerte, como en Francia, para la protección de los escritores y editores. El mismo sector no se lo toma en serio. Al mirar las ventas, lo siguen viendo como una cosa muy residual. Yo no creo que los lectores quieran robar libros. Es, simplemente, que hay un hábito creado”.

“Cuanto más cómodo y barato se lo pongas al lector, mejor para todos. A nosotros nos va bien porque completamos la editorial con la gestión cultural –comenta Beatriz Rodríguez–. Llevamos a cabo muchos proyectos para la concienciación del lector en las buenas prácticas del libro digital. Tenemos un programa de fomento de la lectura para alumnos de secundaria a través de las nuevas tecnologías llamado La Nube en la mano”.

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