La sabiduría integral de Jorge Wagensberg

“Nunca he entendido que los museos de arte no aporten explicaciones didácticas sobre los procesos evolutivos y contextos que hacen que las obras expuestas sean de ese modo y no de otro, a la manera de los museos de ciencias”, reivindica el físico y escritor Jorge Wagensberg (Barcelona, 1948), que acaba de publicar, en enero, Teoría de la creatividad. Eclosión, gloria y miseria de las ideas (Tusquets), y dirige el proyecto científico del Museo Hermitage-Barcelona, que abrirá sus puertas, previsiblemente, a mediados de 2019.

Instigador incansable en la necesidad de recobrar la unidad perdida entre ciencias y letras –“abordan la misma materia, aunque sitúen el énfasis en el objeto y el sujeto, respectivamente”, define–, su condición de catedrático de Procesos Irreversibles en la Facultad de Física de la Universidad de Barcelona no le impide ser autor de varios libros de horadantes aforismos; a veces filosóficos (“Si, como avisa el Eclesiastés, no hubiera nunca nada nuevo bajo el sol, no existiría ni el sol”), politológicos (“No conozco ningún fascista que hable más de tres idiomas”) o líricos, de cierta proximidad a la greguería (“Una amapola en un trigal es la elegante protesta de la natura contra una propuesta de la cultura”); o también transversales si, en cierto modo, no lo son todos: “Tiene más remedio una persona que no ha leído ningún libro, que una persona que solo ha leído uno”...

Impulsor del Museo CosmoCaixa, que dirigió durante 15 años, Wagensberg explica que su interés prioritario para el nuevo Hermitage-Barcelona es, justamente, “establecer un diálogo entre ciencia y arte”, con un sentido pedagógico. “No será una sucursal de su homónimo de San Petersburgo. Se exhibirán fondos propios y habrá algunas obras en renovación permanente para fomentar el interés didáctico; algo que considero prioritario es la enseñanza de la conquista de la perspectiva en la pintura, ese arduo y lento proceso que va, por ejemplo, desde Altamira a Dalí, y que abarca 20.000 años”, explica, a propósito del museo, radicado en el puerto de Barcelona, en un nuevo edificio de 15.500 metros cuadrados y factura racional y clásica, obra del arquitecto Íñigo Amézola.

Teoría de la creatividad

Wagensberg explica que “igual que las personas, las épocas pueden dividirse, grosso modo, en creativas y mediocres; y es evidente que hoy atravesamos una época de mediocridad palmaria. Entre otras razones, porque las personas creativas son apartadas de los procesos de decisión. Ocurre en las empresas y en la política, donde observamos cómo los líderes prefieren hacerse con camarillas que les permitan reafirmarse, en vez de escoger personas con capacidad, es decir, creativas”. De otro lado, el científico alude a la secular propensión a la envidia de los españoles para ilustrar una “específica mediocridad” cultural y temperamental. “Hace falta ser idiota para incurrir tanto en ella, pues, de los siete pecados capitales, la envidia es el único que no proporciona gozo”, reflexiona.

La deformación originaria proviene, a su juicio, del ocultamiento de las paradojas. “El motor del pensamiento es la paradoja, no hay otro, y lo que ocurre es que, en todas las instancias y tribunas, políticas, mediáticas y académicas, la paradoja es sistemáticamente laminada. Preocupa, sobre todo, en la enseñanza. Detectar una paradoja es una especie de alarma roja de que necesitamos incorporar dialécticamente una idea, e incita, por tanto, a renovar el pensamiento. Es evidente que la mayoría de los profesores, con el temor acaso de no contradecirse o de no complicarse la vida, esconde las paradojas. Es decir clausura el diálogo, incluso el del alumno consigo mismo, y sin ese proceso, no hay aprendizaje que valga”. Este es el sabio que va a dirigir el Hermitage de Barcelona...