La novela rosa sale del armario

01 / 02 / 2008 0:00 Andrea Robles Romero
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Jane Austen y las hermanas Brönte nunca imaginaron que sus obras sentarían las bases de un género que ha encontrado en el público homosexual un filón.

Si al Kamasutra le han salido sus correspondientes versiones para gays y lesbianas y existe una Guía gay de carreteras de España... ¿Por qué no iba a haber literatura sentimental a gusto de todos? La hay. La novela romántica de temática homosexual, especialmente con protagonistas lesbianas, vive un gran momento en el mercado español. El público devora un género que nació en Estados Unidos a finales de los 60, principios de los 70. “Los gays y lesbianas necesitábamos un referente, una novela cercana con voz homosexual. Estamos hartos de leer tragedias, queríamos algo de amor y que acabara bien”, cuenta Mili Hernández, dueña de la librería para gays y lesbianas Berkana –la primera que se abrió en España– y socia de Egales, una editorial especializada en literatura homosexual. “Antes de los 70 los homosexuales salían siempre mal parados en las novelas, las lesbianas o se suicidaban o acababan locas. No nos veíamos reflejados”.

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Toda novela sentimental que se precie debe cumplir una regla de oro: tratarse de una historia de amor con un final feliz que lleve al lector a imaginar que su relación perdurará en el tiempo. En las novelas románticas para gays y lesbianas esto también sucede: el amor y la pasión son los mismos sea cual sea la orientación sexual de cada persona. Sin embargo, existe una diferencia más importante que los gustos de sus personajes: “En nuestras novelas metemos elementos diferentes. Hay romanticismo y amor, pero también algo de militancia y política, porque tenemos mucho que reivindicar –explica Mili Hernández–, además las relaciones sexuales son más gráficas”. El argumento de las historias es el mismo de siempre, sólo que en vez de “chico conoce a chica” es “chica conoce a chica”, se enamoran y juntas terminan inflándose a comer perdices. Eso sí, los problemas de salir del armario y el miedo al rechazo siempre están presentes.

Literatura de evasión

La novela romántica actual, sea hetero u homosexual, se caracteriza por ser sencilla, fácilmente comprensible, con personajes principales que se cuentan con una mano y un par de tramas paralelas a lo sumo. También se la conoce como novela rosa, pero sus autores prefi eren evitar un término que a veces se emplea de manera despectiva y que ignora el hecho de que este género ya abarca el 4% del mercado editorial español. Es una novela para evadirse y pasar un buen rato, “que te puedas llevar a un viaje en avión y te retenga en el asiento”, asegura Mili Hernández. El abanico de estos lectores es amplio, se sitúa entre los 20 y los 50 años y compran varios títulos al mes. El quiosco siempre ha sido el punto de venta más fructífero de las novelas románticas, allí los precios son mucho más económicos que en las grandes superfi cies, pero la llegada de Internet ha revolucionado las ventas, especialmente en el público gay, que a falta de más librerías especializadas encargan ejemplares vía on-line. El anonimato y la comodidad han ganado la batalla y las obras de Karim Kallmaker (Algo salvaje), Particia Nell Warren (El corredor de fondo), James Baldwin (La habitación de Giovanni) o Marco Benítez (Novios) vuelan por la Red, donde también se critican y aplauden a través de foros, blogs y páginas Web. Las mujeres lesbianas son las grandes compradoras de este género. En palabras del director de la editorial El tercer nombre, Enrique Polanco: “Siempre se ha dicho que, en general, hay más lectoras que lectores, ¿por qué no tendría que ser igual en esta clase de literatura?”. Esta editorial celebrará el próximo 11 de diciembre una mesa redonda en la librería Berkana bajo el título La literatura ‘entiende’, que contará con la presencia de Eduardo Mendicutti, Leopoldo Alas y Alberto Mira para hablar de la literatura homosexual. Enrique Polanco sostiene que “desde el principio de nuestras publicaciones pensamos que sería uno de los temas a tratar desde la editorial. De hecho, entre nuestros primeros libros se encontraban La coartada de Antínoo de Manuel Francisco Reina y Varias vidas de Rachid O”. Si todavía existen muchos prejuicios sobre la novela rosa que obligan a sus escritores a fi rmar con seudónimos y a sus lectores a forrar las portadas de los libros, estos crecen aún más si ésta va dirigida a un público en ocasiones marginado por la sociedad. “Aquí el asunto no es que sea gay o no, sino que la propia categoría se percibe un poco como de segunda. ‘Gay’ y ‘romántica’ son dos categorías que guetifi can el libro”, observa Alberto Mira, profesor de cine en la Universidad Oxford Brookes y autor del libro De Sodoma a Chueca (Egales).

Prejuicios

La orientación sexual de los escritores todavía sigue siendo un problema a la hora de publicar sus obras, sobre todo en el caso de aquellos que escriben para un público homosexual, como sucede con la novela sentimental. Mili Hernández pone como ejemplo a Sarah Waters, autora de El lustre de la perla (Anagrama): “Ella publica como lesbiana y nadie lo ve mal ni lo cuestiona, pero si hubiese publicado en una editorial especializada no hubiera llegado a la gente, hubieran tenido prejuicios. En el caso de Eduardo Mendicutti le cuestionan porque sus novelas giran en torno a personajes homosexuales, pero nadie cuestiona a Artuto Pérez Reverte porque todas sus historias sean de aventuras”. Sarah Waters, nombrada autora del año en los British Book Awards, es portada del último número de la revista Sales??, una publicación cultural dirigida al mundo lésbico. Su directora, Cecilia Díaz, sostiene que el éxito de Waters reside en que “va más allá de su opción sexual, ella nunca ha negado que es les- biana, pero eso no tiene nada que ver con la calidad de su obra”. Aun así la calidad no siempre lo es todo, tal como muestra Alberto Mira: “Cuando la película Seis días y siete noches, con Anne Heche y Harrison Ford, fracasó en taquilla, el veredicto fue que el público no había logrado creerse a la Heche en un papel hetero. La homosexualidad es un chivo expiatorio: la negatividad que implica lo gay siempre precede a cualquier texto. Cuando algunas grandes editoriales sacaron productos gays y fracasaron echaron culpa al tema gay, en lugar de plantearse realmente las necesidades de los lectores”.

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