La monja enamorada

05 / 02 / 2016 Juan Bolea
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Libros del Zorro Rojo ha presentado una nueva edición de las míticas misivas de Mariana Alcoforado, Cartas de una monja portuguesa, icono de la literatura del siglo XVII y precedente del movimiento romántico que estallaría un siglo después.

La nueva edición respeta la traducción de Enrique Badosa para El Acantilado y viene enriquecida por ilustraciones de Milo Manara en las que el erotismo y la religión descubren nuevos éxtasis, fronteras de pasión con rosas y espinas ciertamente revolucionarias para la época, literarias trincheras entre la poesía, la trascendencia, el misticismo, el deseo y el drama. Se agrega un epílogo de Rainer Maria Rilke, pagano sacerdote de la misa poética, en el que el siempre inspirado artista rinde tributo a la iluminación epistolar de la hermana Alcoforado.

Todo empezó cuando esta, que a los 16 años había ingresado como novicia en el convento de Nossa Senhora de Conceiçao, en Beja, al sur de Portugal, vio, a través de las celosías de su clausura, la gallarda imagen de un oficial francés realizando ejercicios ecuestres en el vecino patio de armas. El flechazo fue mutuo. Hubo tal vez una cita amorosa, encuentro propiciado, defiende la leyenda, por Baltasar, hermano de la religiosa. Pero Noëll Bouton de Chamilly, que así se llamaba el galán, tuvo que partir con su escuadrón a una nueva contienda bélica, del Portugal en armas contra los Habsburgo a las guerras de Flandes, y no regresó a Beja, jamás volvió a ver a Mariana.

Su amada, o amante, despechada y enajenada por la nostalgia de la pasión, empuñó la pluma para redactar cinco prodigiosas cartas de amor, apenas una treintena de páginas, que le sirvieron para desahogarse y transcurrir a la historia de la literatura. Gloria que le disputa el diplomático Gabriel Joseph de Lavergne, quien, según muchos estudiosos, es el verdadero autor de las cartas. Otros se siguen inclinando por la tradicional autoría de la monja portuguesa.

En sus epístolas a Noëll, originalmente escritas en francés, el lenguaje amoroso de Mariana alcanzó una alta cumbre combinando la belleza formal con una riqueza de sentimientos de tal variedad y profundidad que nos transporta a un cielo de alegría y sufrimiento, como una estrella herida por el fuego cósmico, como el canto de un pájaro apresado en una jaula de la que no querría salir, pero tampoco permanecer solo. Ese lamento interior, esa voz sublime revela que, desde el punto de vista de la conciencia, la modernidad existía ya en el plano de la voluntad y del instinto, y en la independencia de las mujeres que consiguieron liberarse de Dios y del hombre. “Es necesario que os deje y no piense más en vos –escribió Mariana a Noëll en su última carta–. Incluso creo que ya no volveré a escribiros. ¿Acaso estoy obligada a daros cuenta de todos mis sentimientos?”

No, porque ya era libre.

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