La gran muralla: la gran coproducción

Conquistar el mercado chino ha sido siempre la ambición de las grandes compañías cinematográficas de Estados Unidos. Son cientos de millones de potenciales consumidores. Hasta ahora no había sido tarea fácil, debido sobre todo a las restricciones a la importación impuestas por el Gobierno chino –que limitan el número de estrenos extranjeros en el país– y al cobro de cuotas cuantiosas para las películas importadas. La única solución posible pasa por la coproducción, porque así el filme pasa a ser considerado como producto nacional para China. A esa conclusión ha llegado el estudio californiano Legendary Pictures, que desde hace un año está desarrollando la producción de un filme que lleva como título The Great Wall (La gran muralla) y que cuenta con la agencia estatal China Film Group como principal socio inversor. Se trata de la coproducción entre EEUU y China de mayor presupuesto de la historia –130 millones de euros– y su estreno está previsto para 2016. Pero es algo más: de su resultado en taquilla puede depender el futuro de una forma de entender la industria del entretenimiento a gran escala.

El origen del proyecto se remonta a cuatro años atrás, cuando uno de los productores ejecutivos de Legendary, Thomas Tull, encontró un concepto –la idea sobre la que se desarrolla un guion– que a su juicio se ajustaba a las peculiaridades del mercado chino, que por aquel entonces comenzaba a dar signos de mayor apertura al capital extranjero. Era el siguiente: la Gran Muralla no fue construida para frenar a los mongoles sino para defender al imperio contra la invasión de monstruos de naturaleza fantástica. Tull contrató a un equipo de guionistas y en pocos meses el concepto había tomado forma. Faltaba, sin embargo, la financiación. En aquel momento, cuando la taquilla anual de China apenas superaba los 1.360 millones de euros, la idea de producir allí un filme de gran presupuesto rodado en inglés parecía demencial. La suerte ha acompañado a los audaces: en 2014 China se consolidó como el segundo país del mundo con mayor recaudación –con 3.850 millones de euros– y es posible que culmine 2015 con resultados pares a la taquilla estadounidense, dado que en este año China la ha superado por primera vez en el cómputo de recaudación mensual: en febrero, con 581,3 millones.

El filme lo dirigirá Zhang Yimou, el cineasta más reconocido de China, ganador de un Oso de oro en Berlín por Sorgo rojo, tres veces nominado al Oscar a la mejor película de habla no inglesa (Semilla de crisantemo, 1990; La linterna roja, 1991; y Hero, 2002), y responsable de la dirección artística de las ceremonias de inauguración y de clausura de los Juegos Olímpicos de Pekín, en 2008. Durante la rueda de prensa, el pasado 2 de julio, el director expresó su certeza de que se trata de un producto híbrido y es una apuesta arriesgada: “Las películas en las que se lucha contra monstruos del pasado, el presente y el futuro generalmente vienen de Hollywood –dijo Yimou–, pero mi idea es usar ese formato típicamente americano para expresarme y para presentar la cultura china y hacerla única”. Desde hace años, Hollywood ha insertado elementos chinos en sus grandes superproducciones (o en algunos casos ha censurado partes) para satisfacer al público chino, pero nunca como hasta ahora se había pensado desde el principio en un filme con una vocación tan claramente mixta. Esta característica se refleja también en la elección del reparto, que encabeza el actor Matt Damon junto a Andy Lau, una leyenda del cine de Hong Kong (protagonista, entre otras películas, de Infernal Affairs, el filme en el que se basó Infiltrados, de Martin Scorsese) y otras estrellas del cine y del espectáculo chino, como el cantante Lu Han, miembro del grupo juvenil EXO, un fenómeno pop en toda Asia.