Un cura trabucaire

14 / 03 / 2017 Luis Reyes
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Santiago de Compostela, 12 de marzo de 1834. El cardenal Gorostidi huye a Portugal para unirse a la guerrilla carlista.

Andanzas del típico cura trabucaire según una caricatura liberal

Cardenal, coronel y comandante general de Galicia, así se titulaba el padre Gorostidi, entre cuyas virtudes no debía de estar la modestia. Su figura es un arquetipo del monje-guerrero de la Edad Moderna, de esos curas que en 1808 se recogieron las sotanas para hacer la guerra a los franceses, o mejor dicho, la guerrilla, y ya no fueron capaces de apearse de ese modo de vida bravío, empeñándose en todas las guerras civiles del siglo XIX. Les llamaban curas “trabucaires” que, según la Real Academia, es palabra catalana que se aplica al “faccioso armado de trabuco”. La herramienta del oficio bandolero alcanza así valor simbólico: un trabuco es un arma de fuego de cañón corto y ancho, cargada con metralla y que al dispararse cubre un amplio espacio, algo demoledor en las distancias cortas. Fue en el siglo XIX el equivalente al Kalashnikov hoy, un arma barata, simple, sin averías y de efectos devastadores, el arma del guerrillero y del terrorista (con trabucos asesinaron al general Prim, presidente del Gobierno, en 1870).

Don Francisco María de Gorostidi cumplía con las especificaciones anteriores. Combatió de principio a fin en la Guerra de Independencia en la División de Navarra, y al terminar las hostilidades volvió a su oficio eclesiástico como párroco de Anoeta, en Guipúzcoa. Pero cuando en 1820 el general Riego derribó el absolutismo y comenzó el Trienio Liberal (véase “La Revolución Española I” y “II”, en Historias de la Historia, en los números 1.739 y 1.740 de Tiempo), la casulla comenzó a pesarle y la volvió a cambiar por las cartucheras.

No tardaron mucho en echarse al monte los fanáticos del absolutismo, que formaron partidas llamadas “realistas”, llenas de curas trabucaires que habían luchado contra los franceses. El cura de Foronda se sublevó en Álava, el cura de Tamajón organizó una conspiración en Madrid, el cura Merino levantó partidas por Castilla la Vieja, y en Cataluña el monje Antonio Marañón, el Trapense, llegó a tomar Seo de Urgel, donde se formó la Regencia de Urgel, que pretendía ser un Gobierno absolutista paralelo.

En Guipúzcoa la sedición organizó un Cuerpo de Guipuzcoanos Realistas acaudillado por Francisco María de Gorostidi, el “presbítero coronel”, según le llaman en la Relación histórica de las operaciones militares... publicada por los oficiales del Primer Batallón de Guipúzcoa, que es un homenaje al padre Gorostidi.

Guerrillero nato

Ese libro hace una semblanza apologética del cura guerrillero: “A la verdad era muy difícil hallar otro sujeto más adecuado para tan difícil empresa; dotado de suma robustez, era sobrio y frugal al mismo tiempo, capaz de soportar las mayores fatigas; su trato franco é igual con todos le conciliaban mucha popularidad en toda la comarca; había servido en la Guerra de Independencia (...) y había adquirido un conocimiento práctico de la topografía de las tres provincias vascongadas y la Navarra. Un valor indómito y sosegado en los mayores riesgos, una imaginación fecunda en recursos, un ingenio que parecía cobrar nueva fuerza á cada revés, el talento de sojuzgar los corazones y conservar su ascendiente sobre ellos aun en las circunstancias más delicadas y tristes, eran propiedades que sobresalían en Gorostidi”.

Las partidas realistas fueron en general dominadas por el Ejército y la Milicia Nacional a las órdenes del Gobierno constitucional, pero la invasión desde Francia de los Cien Mil Hijos de San Luis aniquiló la resistencia liberal y reimplantó el absolutismo. Llegaba la hora de repartir premios entre los realistas, y Fernando VII otorgó al “presbítero coronel” un cardenalato en Santiago de Compostela. Desde la Alta Edad Media, la Iglesia de Santiago, que se tenía por igual a la de Roma, nombraba cardenales a siete de sus canónigos, un privilegio que terminaría precisamente a raíz del mal final que tuvo el “cardenal coronel”, como sería conocido Gorostidi a partir de la prebenda de Fernando VII.

A la muerte del rey España se vio abocada a lo que la Historia denomina Primera Guerra Civil y vulgarmente se conoce por I Guerra Carlista. El hermano de Fernando VII, Don Carlos, no aceptó a la hija de Fernando VII, Isabel II, como legítima soberana –había sido jurada por las Cortes– y se proclamó a sí mismo “Carlos V”. Inmediatamente los curas trabucaires comenzaron a agitarse y la rebelión estalló el 6 de octubre de 1833. El cardenal Gorostidi no tomó partido a las claras, aunque dirigía la sedición en Santiago hasta que fue denunciado y huyó a Portugal, donde fue a ver a Don Carlos y se puso a sus órdenes. El pretendiente le nombró Comandante General de Galicia, y se puso a preparar la toma de Santiago. Regresó a España al frente de 40 facciosos, “la partida del cardenal Gorostidi”, pero necesitaba más tropa, obviamente. Apoyándose en el clero rural gallego, Gorostidi hizo numerosos contactos empleando el seudónimo de Miguel Lagarto o Tío Miguel, y se concertó con otros grupos sediciosos como la partida de Antonio López o la facción de O Salnés, cuyo segundo comandante era el cura de Paradela.

Pero pese a los esfuerzos de los párrocos, la población gallega rechazó a los carlistas e incluso se movilizó en la Milicia Nacional para combatirlos. En mayo de 1835 fueron cayendo las distintas facciones en enfrentamientos con los milicianos. Gorostidi fue hecho prisionero, y un oficio al capitán general del comandante miliciano, fechado el 15 de mayo, explica cuál sería su suerte: “Se le tomará declaración y será puesto en capilla para ser fusilado el día de mañana con los demás prisioneros cogidos con las armas en la mano; oportunamente daré a V.E. el parte circunstanciado de tan feliz acontecimiento”.

El “feliz acontecimiento” tuvo lugar el 16 de mayo de 1835, pues no se perdía el tiempo en juicios de los facciosos. Unasemana antes había sido ejecutado el cura de Paradela y otros cinco sacerdotes-guerrilleros, una buena cosecha de curas trabucaires.

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