Todo el mundo pretende el trono de Francia

15 / 06 / 2007 0:00 Luis Reyes
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Un libro de un príncipe exilado, Michael de Grecia, ha hecho famoso a un abogado indio que pretende descender de los reyes de Francia. Ningún trono vacante ha tenido tantos candidatos. El Gran Mogol aceptó la palabra del aventurero blanco. Aunque sabía que había sido esclavo en Egipto...

13/04/07
"Soy primo del rey de Francia, Su Cristianísima Majestad Enrique IV”. El Gran Mogol aceptó la palabra del aventurero blanco. Aunque sabía que había sido esclavo en Egipto, eso no excluía su pretendido parentesco real. En aquellos tiempos, en el siglo XVI, los bastardos de las grandes casas podían vivir destinos insólitos.
Además, ni hijo de rey, ni esclavo, lo que le interesaba al emperador de la India era que Jean de Bourbon fuese un soldado de oficio, que hubiera sido mercenario en Etiopía. Las espadas a sueldo de los europeos eran muy apreciadas en esos reinos exóticos, que ya se quedaban atrasados frente a la tecnología bélica de Europa.
Así echó raíces en la India la estirpe Borbón. Si el apellido era legítimamente usado por Jean de Bourbon, o era un fraude, nunca lo sabremos. El caso es que este francés se adelantó más de dos siglos a los numerosos soldados de fortuna franceses, ingleses y sobre todo escoceses que, a finales del XVIII y en la primera mitad del XIX, entraron al servicio de los rajás y se casaron con mujeres de mayor o menor alcurnia, según su propia posición. Cuando el gobierno británico tomó control de la India en 1858, la rígida moral racista victoriana acabó con los matrimonios mixtos, pero ya existía un grupo étnico mestizo, los llamados angloindios, que hoy suman 100.000 individuos.
Uno de ellos es Balthazar Napoleon de Bourbon, un abogado de Bhopal (India Central) que ha surgido ahora como el último pretendiente insólito al trono de Francia.
Este descendiente del aventurero Jean de Bourbon, cuya familia ha conservado durante cinco siglos no sólo el nombre francés, sino también la religión católica, ha salido a la luz gracias a otro personaje de la realeza, éste sí de genealogía garantizada aunque de oficio plebeyo: el príncipe Michael de Grecia y Dinamarca, nieto del rey Jorge I de los Helenos. Michael de Grecia es escritor especializado en ficción histórica, y acaba de publicar en Francia una novela titulada El Rajá de Bourbon, que cuenta la historia del antepasado de Balthazar.
Impostores
Existe una tradición de personajes extravagantes pretendientes a la corona francesa. La desaparición durante la Revolución Francesa del Delfín, hijo de Luis XVI y María Antonieta, favoreció el surgimiento de todo tipo de impostores. El Delfín murió de tuberculosis en 1795, pero el gobierno revolucionario ocultó su muerte y le enterró en secreto en la iglesia de Sainte Marguerite, aunque los adeptos a los enigmas de la Historia sostienen que el cadáver enterrado no era el del Delfín.
El anhelo de los monárquicos por recuperar al único heredero de Luis XVI y la credulidad del vulgo favoreció la aparición de hasta 30 embaucadores o locos que decían ser el Delfín. El más persistente fue un relojero alemán de nombre nada francés, Karl Naundorf. Su impostura le costó la cárcel, lo que no le impidió posteriormente llevar a los tribunales a la hija –auténtica– de Luis XVI, la duquesa de Angulema, reclamándole “su parte” de la herencia paterna. Su pretensión fue más allá de la muerte, pues sus descendientes siguieron reclamando sus fantasiosos derechos ante la Justicia francesa. El último proceso intentado por los des cendientes de Naundorf data de 1954, y todavía sostienen “sus derechos” en una página web.
Americano
Pero el más estrafalario de los falsos delfines fue otro indio, aunque no de la India, sino americano. Eleazer Williams era en realidad mestizo y se había criado entre blancos, aunque volvió entre los pieles rojas como misionero cristiano. Albergaba grandes fantasías y dirigió el reasentamiento de varias tribus indias en Wisconsin, con la idea de crear un reino del que sería rey.
El proyecto fracasó, pero un día Williams coincidió en un barco con el príncipe de Joinville, hijo del último rey de Francia, Luis Felipe de Orleans. A partir de ese encuentro montó una fábula. Dijo que el príncipe francés había viajado a América para buscarle a él, que le había revelado que se trataba del Delfín perdido, entregado de niño a los indios para que se criara en secreto, y que le había pedido que firmase un documento –que incluso llevaba preparado– renunciando al trono de Francia en favor de los Orleans. La historia parecerá increíble, pero Williams encontró seguidores suficientes como para que le construyesen ¡un château francés en el Estado de Nueva York! .

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