Los ingleses crean Israel

06 / 11 / 2017 Luis Reyes
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Londres, 2 de Noviembre de 1917. La Declaración Balfour garantiza el apoyo del Gobierno británico a la creación de un Estado judío en Palestina.

El ministro de Exteriores Balfour. Foto: M. Nicholson/Getty

El famoso telegrama de Ems provocó la guerra franco-prusiana de 1870, pero una carta de Balfour sería la causa primera de cuatro guerras mayores y varios conflictos en Oriente Próximo. Lo que la Historia conoce como Declaración Balfour no fue un comunicado del Gobierno, como sugiere su nombre, sino una simple misiva a un particular, escrita a máquina en una sola carilla de una hoja de papel sin membrete. Iba dirigida a “Lord Rothschild”, cabeza de la comunidad judía británica, y firmada a mano por “Arthur Balfour”, como si fuera de ámbito privado, pero el contenido era explosivo: “El Gobierno de Su Majestad contempla con simpatía el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío”.

Lo que daba valor al contenido de la carta, lo que la convertía en Declaración Balfour era la categoría de quien firmaba meramente con su nombre, pues se trataba del secretario del Foreign Office, es decir, el jefe de la política exterior del Imperio Británico, la primera potencia mundial. Esa firma supondría un siglo de conflicto en Oriente Próximo, más lo que le quede al problema árabe-israelí. Una tremenda responsabilidad que no debió impresionar a Arthur Balfour, si es verdad lo que decía de él Ramsay MacDonald, el líder laborista: “Ha visto la vida de lejos”.

En efecto, Arthur Balfour nació en la opulencia de la nobleza terrateniente, jamás tuvo que ganarse el pan y ni siquiera se molestó en casarse. “La principal preocupación de la especie humana, formar un hogar y sostener una familia, estaba muy alejada de él”, decía su coetáneo Winston Churchill, que añadía una opinión algo más desagradable: “Si hubiera vivido en la Revolución Francesa habría enviado a la guillotina a un enemigo, o a algún extraviado colega, con complacencia, aunque eso sí, de la manera más atenta e impersonal”. De esa manera envió al matadero de la guerra que dura ya un siglo a millones de árabes e israelíes.

Sin embargo, no hay que personalizar la Historia, la impulsión de crear un Estado judío en un territorio árabe como era Palestina, no fue un empeño personal de Balfour, sino una política del Gobierno británico, o más bien una política de Estado que siguieron varios Gobiernos, porque respondía a los intereses del Imperio, y en la que tuvieron un papel ejecutivo otros hombres públicos, aparte del firmante de la Declaración.

Lloyd George

El primer responsable fue, naturalmente, el primer ministro. David Lloyd George era un liberal radical que desde sus diversas responsabilidades de Gobierno impuso cambios revolucionarios en el Reino Unido. Él fue el iniciador de la política social, introdujo la jubilación, obligó a los ricos a pagar impuestos y dio la independencia a Irlanda. Era un hombre arrojado y un político enérgico y en 1916, con la I Guerra Mundial estancada y el país espantado por la carnicería de la batalla del Somme, fue espoleado por la opinión pública para hacerse con el poder. Eso suponía apuñalar por la espalda a su jefe de partido, H. H. Asquith, y no dudó en hacerlo, ganándose para siempre la etiqueta de traidor y la fama de no tener un solo amigo. Pero llevó a Inglaterra a la victoria.

Se ha dicho que Lloyd George tenía intereses privados con los judíos, porque en la vida civil su bufete representaba a la Federación Sionista británica, y el propio Lloyd George en sus Memorias de guerra se arroga una implicación personal y decisiva en el proceso. Antes de ser primer ministro había sido ministro de Municiones y había contratado como asesor científico a Jaim Weizmann, una eminencia en el campo de la química que aportó descubrimientos vitales para el esfuerzo de guerra, pero también el caudillo del movimiento sionista (sería el primer presidente de Israel). Según Lloyd George, de las animadas conversaciones que mantenía con Weizmann en esa época habría salido el proyecto de Estado judío en Palestina, aunque algunos historiadores dudan de ese protagonismo.

Lo que sí es cierto es que las enormes exigencias políticas, económicas e industriales de una guerra mundial sin precedentes hicieron a los mandatarios ingleses recurrir al apoyo estratégico del movimiento judío internacional. Y que si en aras de la victoria era preciso vender el alma, o a su propia madre, Lloyd George era el hombre dispuesto a ello, aunque el plan Palestina empezó casi a la vez que la Gran Guerra, con el Gobierno anterior. El 9 de noviembre de 1914, cuatro días después de que Inglaterra declarase la guerra al Imperio Otomano (en cuyo territorio estaba Palestina), el gabinete británico presidido por Asquith comenzó a tener en cuenta al movimiento sionista, y Lloyd George, en ese momento ministro de Hacienda, planteó la alternativa de Palestina.

Un mes después otro miembro del Gobierno de Asquith, Herbert Samuel, el primer judío que había llegado a ministro en Inglaterra, se reunió con Weizmann para discutir el proyecto sionista y le instó a ser “más ambicioso”. Samuel, que luego sería el primer alto comisario del Mandato Británico de Palestina (es decir, gobernador de Palestina) y que con el tiempo llegaría a líder del Partido Liberal, tuvo un papel realmente protagonista en la creación del Estado judío. Fue él quien inventó el término de “hogar nacional” que aparece en la Declaración Balfour, y lo hizo en fecha tan temprana como 1915, cuando publicó un memorándum titulado El futuro de Palestina. Allí tentaba a sus colegas imperialistas afirmando que los sionistas deseaban que su Estado en Palestina formara parte del Imperio Británico.

En febrero de 1917 el Gobierno británico inició las conversaciones formales con los dirigentes sionistas. El encargado de hacerlo fue Mark Sykes, el hombre que diseñaría el mapa de Oriente Próximo y, junto al diplomático francés Georges-Picot, crearía todos los países que hoy conocemos (Acuerdo Sykes-Picot). A Sykes se le ocurrió también resucitar los nombres que los romanos usaron en Oriente Próximo, incluido el de Palestina.

En 1917 caería el zarismo y Rusia dejaría de luchar en la Gran Guerra, con lo que Alemania se libró del frente del Este y pudo concentrar sus muchas fuerzas en el Oeste. Era preciso ganar nuevos apoyos y estimular la participación en la guerra de Estados Unidos. La alianza con el judaísmo se mostró aún más necesaria, y en junio Balfour les pidió a Weizmann y Lord Rothschild un proyecto por escrito.

En los meses siguientes se confeccionaron varios borradores, pero el autor definitivo de la Declaración Balfour sería Lord Milner, a quien la Enciclopedia Británica califica de “ardiente imperialista”. Milner había ganado notoriedad siendo un auténtico procónsul de Sudáfrica, que él diseñaría como parte del Imperio Británico. Irónicamente este constructor de países del Imperio moriría por la picadura de un pequeño insecto africano, la mosca tsé-tsé.

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 La sencilla carta sin membrete que se convirtió en Declaración Balfour. Foto: M. Nicholson/Getty

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