La traición de Noel Coward

24 / 11 / 2015 Luis Reyes
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Londres, 2 de julio de 1941. Estreno de Un espíritu burlón, que Coward ha plagiado de Jardiel Poncela

Coward en sus mejores tiempos.

La guerra empezó como un camino de rosas para Noel Coward, el brillante astro del teatro londinense. Coward era desde la adolescencia un socialite (protagonista de los ecos de sociedad) del más alto rango, compañero de francachelas del breve rey Eduardo VIII. También era el gay más notable de Inglaterra desde tiempos de Oscar Wilde, con una relación de 20 años con el hermano pequeño del rey, el duque de Kent. Con estas amistades no es extraño que su contribución al “esfuerzo de guerra” fuese una pera en dulce: dirigir la oficina de propaganda británica en París.

Durante ocho meses no se pegó ni un tiro en el frente occidental, era la phoney war, la guerra de broma. París seguía rutilante y Coward llevó un tren de vida de exquisitos restaurantes, cabarets, champán y noches locas. Encima se permitía sarcasmos contra el que pagaba sus facturas: “La política del Gobierno de Su Majestad es aburrir a los alemanes hasta la muerte”.

Los alemanes, en vez de morirse de aburrimiento, atacaron en mayo de 1940 y los ejércitos francés e inglés se derrumbaron. Francia fue ocupada y la Luftwaffe empezó a machacar Inglaterra para preparar la invasión, pero Coward volvió a tener una trinchera de placer. Le encargaron influir en la opinión pública americana para que Estados Unidos ayudase a Inglaterra. Mientras el país, bajo las bombas, se sometía a las privaciones que dictaba el conflicto, Noel Coward se daba al lujo en Nueva York a costa del presupuesto público.

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