La niña inglesa de Hitler

08 / 09 / 2015 Luis Reyes
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Múnich, 3 de septiembre de 1939. Unity Mitford se suicida al declararle la guerra Inglaterra a Alemania

Su padre era un aristócrata inglés, pero quien la llamaba “mi niña” era Adolf Hitler; su familia era de la más acendrada nobleza de Inglaterra, con blasones normandos del siglo XII, pero el Führer la definía como “el espécimen perfecto de la mujer aria”. Los que crean en la predestinación encontrarán una explicación para esta relación contra natura. En primer lugar,  “la niña de Hitler” había sido engendrada por sus padres, lord y lady Redesdale, en un pueblo canadiense llamado Swastika, donde la adinerada familia poseía una mina de oro. En segundo lugar, cuando en agosto de 1914 la bautizaron en Londres, a un extravagante primer nombre, Unity, le añadieron un rimbombante segundo, Valkyrie, porque su bisabuelo había sido amigo de Wagner, sin importarles que Inglaterra estuviese en guerra con Alemania desde hacía una semana.

Bohemios ricos. Unity Valkyrie –más prosaicamente llamada Bobo en casa– era la cuarta de las chicas Mitford, seis hermanas –y un solo hermano– pertenecientes a esa clase alta británica que entre guerras saboreó las últimas delicias de increíbles privilegios. Las Mitford formaban parte, por derecho propio, de lo que se llamó Bright Young People (juventud brillante), un grupito selectísimo de “bohemios ricos” que escandalizaban con fiestas como el champagne party que montaron en los baños públicos de Londres, pero donde junto a aristócratas decadentes como el bello lord Tennant, que se pasó 17 años sin levantarse de la cama, había artistas geniales como el fotógrafo Cecil Beaton o los novelistas Evelyn Waugh y Anthony Powell. Siguiendo los usos de la nobleza que nos cuentan series como Downtown Abbey, las Mitford se criaron en una gran mansión campestre, donde Unity compartía habitación con Jessica, que era la que le seguía en edad. Habían trazado con tiza una línea en la pared, el lado de Unity aparecía decorado con cruces gamadas y fotos de Hitler, en el de Jessica campaban Lenin, Stalin y la hoz y el martillo. Era una característica de los años 30, los jóvenes inquietos se apuntaban a demoler el Estado burgués y lo mismo caían en el fascismo que en el comunismo.

Jessica se casó con un sobrino de Churchill, Esmond Rommilly, y con 19 años acompañó a su marido a la Guerra de España con las Brigadas Internacionales. Fue desheredada, aunque no era la única con un matrimonio inconveniente. Diana Mitford, la más bella de las hermanas, amiga de Eduardo VIII (luego duque de Windsor), abandonó a su marido, el aristócrata multimillonario y bright young people Brian Guinnes, para ser la amante de sir Oswald Mosley, fundador y caudillo de la Unión Fascista Británica –y primo de la Reina, por cierto–. Luego se casarían en secreto en la casa de Goebbels, con Hitler de testigo.

Diana y Unity asistieron como delegadas de la Unión Fascista Británica al magno congreso nazi de Nürenberg de 1933. La visión de Hitler conmocionó profundamente a Unity, que se convirtió en su adoradora. Al año siguiente, dando en casa la excusa de estudiar alemán, se instaló en Múnich decidida a conocer a su Führer. Durante diez meses frecuentó a diario la Osteria Bavaria, donde iba Hitler, hasta que un día este la invitó a su mesa. “Fue el día más hermoso y maravilloso de mi vida”, diría Unity, que rápidamente entró en el círculo más íntimo del Führer. La “niña inglesa de Hitler” estaba junto a él en el balcón del palacio imperial de Viena cuando se proclamó el Anchluss, la anexión de Austria, y luego fue enviada como agente provocador a Checoslovaquia, siendo detenida en Praga por agitadora nazi. Tenía salvoconducto para ir cuando quisiera al Nido del Águila, el más privado refugio de Hitler en los Alpes, y Eva Braun tenía celos de ella. “Es conocida como la Valkiria y lo parece, incluidas sus piernas”, escribió en su diario Eva, que desesperada por recuperar la atención de Hitler intentó un suicidio con somníferos.

En agosto de 1939, en el festival de Bayreuth, Hitler advirtió a las Mitford que la guerra era inminente, para que volvieran a su casa. Diana lo hizo –y fue encarcelada en Inglaterra–, pero Unity decidió permanecer junto a su Führer. Cuando el 3 de septiembre Inglaterra declaró formalmente la guerra a Alemania, Unity buscó el escenario que mejor representaba su amor a los dos países, el Englischer Garten (Jardín Inglés) de Múnich, y se pegó un tiro en la sien. Pero no murió. La bala quedó alojada en el cerebro y toda la ciencia quirúrgica alemana fue incapaz de extraerla. Hitler abandonó el puesto de mando desde donde dirigía la guerra y fue al hospital a visitar a “su niña”. Tan pronto salió de peligro, en diciembre, Hitler organizó la evacuación de Unity a Suiza, donde la esperaban su madre y su hermana pequeña. En un vagón-ambulancia enganchado a un tren especial atravesaron Francia, hasta Londres. Unity no podía andar y tenía dificultades para hablar, lo que evitó que fuese a la cárcel como su hermana Diana. Pero se fue recuperando, y dos años después, el MI-5 (contraespionaje) informó al Gobierno de que Unity buscaba relacionarse con aviadores para sonsacarles información, e incluso se había hecho amante de un piloto de la RAF, que fue inmediatamente trasladado. No obstante la alta protección –desde Churchill a la Corona– de la que gozaban las Mitford impidió que fuera detenida. Sin embargo la bala del Englischer Garten no sería tan complaciente con Unity. En 1948 le provocó una meningitis que la mató. Tenía 33 años y dejó tras ella un misterio sobre el que ha especulado recientemente la prensa inglesa: un presunto hijo de Hitler que habría traído en sus entrañas y que la hizo visitar una clínica maternal de Oxford. Pero si dio a luz un niño del Führer, o de otro amante, no ha quedado el menor rastro de él.

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