La conquista aérea del Polo

16 / 05 / 2017 Luis Reyes
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12 de mayo de 1926. Amundsen y Nobile, en dirigible, son los primeros hombres en el Polo Norte.

El Norge en Spitzbergen, desde donde asaltó el Polo Norte

“Dejémosle ir, probablemente no vuelva a molestarnos nunca más”. La perversa despedida a Umberto Nobile cuando partió en su segundo vuelo al Polo se atribuye al general Italo Balbo, delfín de Mussolini y jefe supremo de la aviación italiana. Balbo era un ejemplo perfecto de la mezquindad del fascismo. Nobile ofrecía a la aeronáutica italiana hazañas de repercusión internacional, pero desde la cúspide del Estado fascista Balbo prefería que fracasara, para quitar de en medio a alguien que le disputaba el puesto de “héroe del aire de Italia”.

En realidad Umberto Nobile no parecía destinado a ser un héroe. Fue un estudiante empollón de ingeniería en la Universidad de Nápoles que en 1911 sintió la llamada de la aeronáutica, un auténtico culto en los inicios del siglo XX. Ingresó en la aviación militar para convertirse en ingeniero aeronáutico, y sería pionero en el diseño de dirigibles.

Cuando Italia entró en la Gran Guerra, Nobile intentó alistarse, pero fue rechazado tres veces por su pobre físico. Se dedicaría a proyectar dirigibles capaces de cruzar el océano. En 1918 creó su propia empresa, pero desde que los fascistas tomaron el poder comenzaron a intrigar contra Nobile, saboteando sus proyectos. Su hostilidad se debía tanto a intereses económicos de altos cargos como a celos de los aviadores fascistas. Nobile no era de los suyos, no era un gallo lanzando baladronadas al estilo de Mussolini, con sus gafas de intelectual y su rigor académico, Umberto Nobile resultaba en realidad la negación del nuevo hombre fascista cargado de testosterona y panache. La inquina creció aún más cuando ese antihéroe emprendió las hazañas más atractivas para la opinión mundial de la época, algo que ningún italiano se había atrevido a hacer antes: la exploración polar.

En 1925 Nobile se asoció con el más grande explorador polar, Roald Amundsen, el conquistador del Polo Sur, y con el millonario americano Lincoln Ellsworth, que financiaría la empresa. En abril de 1926 el dirigible Norge, diseñado, construido y pilotado por Nobile, emprendió el vuelo desde Italia hacia el Polo Norte. A punto de emprender la última etapa les llegó la noticia de que el aviador norteamericano Richard Byrd se les había adelantado en un aeroplano Fokker. En 1909, cuando Amundsen preparaba la conquista del Polo Norte en trineo, también se le adelantó un americano, Peary. El noruego entonces cambió su rumbo y se fue al Polo Sur, pero en esta ocasión decidieron seguir adelante con su plan.

El 12 de mayo el Norge alcanzó la Latitud Cero, estaban sobre el Polo Norte. En realidad fueron los primeros en hacerlo, pues hoy se sabe que tanto la expedición terrestre de Peary como la aérea de Byrd fueron fraudes, que ninguno de los dos americanos llegó al Polo. El Norge atravesó luego el casquete polar hasta Alaska, un recorrido total de 5.300 kilómetros que constituía una proeza en sí. Con el triunfo llegó la discordia entre Amundsen y Nobile, que se disputaban el protagonismo.

Italia recibió a Nobile como un héroe, ascendió a general y comenzó a preparar otro viaje al Polo. Su nuevo dirigible sería bautizado Italia para remarcar el carácter italiano de la empresa. Ahora no se trataba ya de batir récords, sería una expedición netamente científica. El régimen respaldó oficialmente la mediática empresa, pero en realidad quería su fracaso. No financió el proyecto y solo aportó un barco de apoyo, el Città de Milano. Más que apoyo fue una forma de sabotaje, era un cascajo obsoleto y su capitán, Romagna, un canalla incompetente.

El Italia partió en mayo de 1928, con 16 hombres y la perrita de Nobile a bordo. El día 24, a las 0 horas 24 minutos se alcanzó el Polo Norte y desde la vertical lanzaron una bandera italiana y una cruz que había bendecido el Papa. El mal tiempo les impidió aterrizar como habían previsto, aunque se mantuvieron dos horas flotando sobre el Polo. Regresaron a Spitzbergen, y cuando ya tenían a la vista sus montañas, una súbita tempestad derribó el dirigible, que se partió en dos. La cabina de mando, con diez hombres y la perrita se quedó varada en el hielo, el resto del Italia fue arrastrado por el viento con seis hombres de los que no se volvió a saber más.

Uno de los diez estaba muerto y varios más, heridos, incluido Nobile, que se rompió un brazo y una pierna. Sin embargo, tenían algunos medios para sobrevivir y una radio para pedir socorro. Sus llamadas llegaron al Città de Milano, pero el vil capitán Romagna las ignoró y boicoteó cualquier misión de rescate, pese a que a bordo iba un grupo de soldados alpinos expertos en la nieve. Frente a la incuria italiana, hubo en cambio una movilización internacional, con Noruega, Suecia, Finlandia y la Unión Soviética colaborando para salvar a los náufragos del aire.

El propio Amundsen, olvidando su querella con Nobile, participó en las operaciones, lo que sumaría una desgracia más, pues el bravo explorador noruego desapareció con su avión. Más suerte tuvo un aviador sueco, el teniente Lundborg, que los localizó y aterrizó junto a ellos. Su avión era un ligero biplaza, y Lundborg dijo que se llevaría primero a Nobile. Este protestó, pues el capitán debe ser el último en abandonar el buque, pero Lundborg dijo que solo la autoridad de Nobile podría poner en marcha los dispositivos de salvamento que tenía sin utilizar el Città de Milano

Represalia

Era mucho optimismo, pues cuando Nobile llegó al barco, su perverso capitán le arrestó y lo mantuvo incomunicado. Lundborg regresó a por más supervivientes, pero su segundo aterrizaje en el hielo fue desastroso y rompió el avión, sumándose a los náufragos. Finalmente sería el rompehielos ruso Krasin quien logró rescatarlos. En total se salvarían 8 de los 16 expedicionarios.

Parecía cumplirse el deseo de Balbo citado al principio, y se preparó un auto de fe para hacer de Nobile el chivo expiatorio, pero cuando este llegó a Roma había una multitud de 200.000 personas aclamándole. Los fascistas cambiaron los planes, en vez de consejo de guerra Nobile sería recibido en honores por Mussolini, pero al verse ante el Duce, Nobile le cantó las cuarenta. El dictador se sintió humillado y decidió castigarlo aunque fuese un héroe nacional. Nobile fue degradado y expulsado de la aviación.

Su ruptura con la Italia fascista le llevó a la Unión Soviética, el país que había salvado a sus hombres, donde colaboraría en el programa soviético de dirigibles.

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