España y Flandes, vínculos históricos

25 / 11 / 2014 Luis Reyes
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Madrid, 8 de noviembre de 2014 · El Rey inaugura el museo de la Fundación Carlos de Amberes, de grandes maestros flamencos, tan vinculados históricamente a España.

Al final de la Edad Media Castilla se convirtió en una potencia económica con proyección internacional gracias a sus exportaciones de lana a Flandes. La lana de oveja merina, la mejor de Europa, era muy apreciada por la pujante industria textil flamenca. En Brujas, capital económica de Europa septentrional, se estableció una colonia de mercaderes castellanos, conocida como “Nación de españoles”, con potestad para negociar con las autoridades locales, y sirvió de modelo a las corporaciones mercantiles españolas en otras ciudades flamencas.

Uno de estos negociantes castellanos aparece entre los retratos que Hans Memling hacía de los burgueses de Brujas a finales del siglo XV, muestra temprana de otro importante capítulo de las relaciones con los Países Bajos, el del arte. Tanto aprecio despertó en España la pintura flamenca que artistas de aquel país se instalaron en Castilla, dando origen a la escuela hispano-flamenca. El inicio de la gran colección de arte de la monarquía española, convertida luego en Museo del Prado, fue la colección de primitivos flamencos de Isabel la Católica.

Quizá hubiera sido mejor para España que los vínculos con los Países Bajos hubieran sido solo económicos y artísticos, pero la Historia dispuso una relación política estrechísima que originó graves conflictos. En 1496 los Reyes Católicos y Maximiliano de Austria, emperador de Alemania, sellaron un pacto dinástico que toda Europa llamó con admiración “las Bodas españolas”. El heredero de los Reyes Católicos, don Juan, se casó con Margarita de Austria, hija de Maximiliano, y el heredero de este, Felipe el Hermoso, con la infanta Juana, hija de Isabel y Fernando.

Era una operación estratégica de cerco y presión sobre Francia –la rival natural de España y de Alemania– de un alcance hasta entonces jamás visto, el paso de la política de la Edad Media, de objetivos locales y limitados, a la Edad Moderna, cuando las grandes naciones tuvieron el mundo entero como objetivo de sus designios. La soberbia jugada diplomática tendría, sin embargo, un coste personal excesivo para los príncipes utilizados como peones. Tanto Felipe el Hermoso como su hermana Margarita tenían la fama de un arrollador atractivo sexual, y don Juan parece que se entregó con tanta pasión a su joven esposa que, a los seis meses de la boda, murió “de consunción por el sexo”, según se dijo en la época.

En cuanto a la infanta Juana, que por la muerte de don Juan llegaría a ser reina de Castilla, ya se sabe que perdió la cabeza por culpa de su marido el Hermoso, primero por los celos, luego por su temprana muerte a los dos meses de ser proclamado rey de Castilla junto a su esposa. Pero Felipe el Hermoso tuvo un tremendo impacto en la Historia de España, no porque Juana se convirtiese en “la Loca” por su culpa, sino por la herencia territorial que aportó a la corona española.

Felipe había heredado de su madre, María de Borgoña, los Países Bajos (el actual Benelux) a los que llamaban también las Diecisiete Provincias, o Flandes, por la principal de ellas. A su muerte pasaron a su hijo Carlos I de España y V de Alemania. Desde entonces y hasta el Tratado de Utrech de 1713, Flandes y los reinos hispánicos fueron objeto de una unión personal en los reyes de España. Carlos I, nacido en Gante y criado en Flandes, alternó largas estancias entre esas tierras y las peninsulares, pero a partir de Felipe II los monarcas españoles se convirtieron en reyes ausentes, lo que propiciaría la rebelión de los Países Bajos.

Largo conflicto.

No podemos resumir aquí el peor conflicto bélico que ha soportado España, la Guerra de los Ochenta Años, la más larga de la Historia después de la de los Cien Años. Baste decir que lo que comenzó por una protesta generalizada contra la administración española dio paso a una guerra de religión, en la que los católicos, tras soportar los rigores de las dictaduras protestantes en varias ciudades, retornaron a la fidelidad del rey de España para que les defendiese de la tiranía calvinista. Las Diecisiete Provincias se dividieron, las siete septentrionales, mayoritariamente protestantes, persistieron en la rebelión formando una república, las Provincias Unidas, lo que actualmente es Holanda. El resto, que cubría lo que hoy es Bélgica, Luxemburgo y el norte de Francia, eran la Provincias Leales.

Dejando aparte el conflicto bélico, España y los Países Bajos tuvieron en los siglos XVI y XVII unas relaciones intensas, fructíferas y benéficas, en contra de lo que pretende la Leyenda negra –un invento del jefe de la rebelión protestante, Guillermo el Taciturno–. Elemento necesario para ello eran las comunicaciones, y en fecha tan temprana como 1502 se encomendó a la familia Tassis (de la que procede la palabra taxi) la organización de un sistema, el Correo Mayor de Castilla, con 35 postas entre Bruselas y la frontera española, que aseguraba la comunicación entre Granada y Bruselas en 15 días en verano y 18 en invierno, todo un hito para la época.

Los años de soberanía española llevaron como es natural muchos funcionarios y militares de España a Flandes, pero también sefarditas y luteranos que huían de los rigores de la Inquisición española y se integraron en las burguesías locales. En correspondencia había una gran colonia mercantil y financiera flamenca en Sevilla, puerta comercial de las Indias, aunque los primeros habían llegado en tiempos de su reconquista por Fernando III el Santo, mientras que la Corte madrileña empleó también a funcionarios de procedencia flamenca y atrajo profesionales especializados como halconeros, genealogistas, geógrafos, impresores o tapiceros. Se formaron muchas familias mixtas, tanto allí como aquí, que al cabo de varias generaciones estaban absolutamente integradas en el país de acogida, aunque hacían pervivir los nombres españoles en los Países Bajos, y los flamencos en España.

La imagen del rey.

Fue un artista flamenco, Anthonis Moor, cuyo nombre castellanizado era Antonio Moro, quien al principio del reinado de Felipe II fijó el canon del retrato español de corte, la imagen distante, solemne y sosegada de los reyes de España que pervivió tanto como la Casa de Austria, mientras que un discípulo valenciano formado en su taller de Bruselas le sucedió como retratador de Felipe II, Alonso Sánchez Coello, el más importante pintor español del siglo XVI. Las influencias culturales eran a veces de ida y vuelta. Felipe II se enamoró del paisaje de los Países Bajos, con sus canales y estanques, cuando realizó de joven su Felicísimo viaje, por eso construyó El Escorial rodeado de embalses. Pero cuando su hija Isabel Clara Eugenia le sucedió en la soberanía de los Países Bajos, la infanta quiso imitar al Escorial en sus palacios.

El mejor ejemplo de la complicidad cultural que hubo en esos siglos entre España y Flandes nos lo da sin embargo Rubens. Este artista de Amberes fue el más famoso, admirado y cotizado de su época, con una proyección internacional. Los reyes de Inglaterra y Francia lo pretendían, pero aunque pintase en ocasiones para ellos, solapaba el trabajo artístico con el de diplomático y espía que le encomendaba el rey de España, de quien era un súbdito entusiasta. Rubens hablaba castellano y Felipe IV se solazaba viéndole pintar en el Real Alcázar de Madrid y lo ennobleció. Incluso alguien con tanta soberbia como el pintor del rey, Velázquez, le acataba como maestro y se dejó influir por sus consejos.

Rubens, que era el pintor de corte de Isabel Clara Eugenia, realizó numerosísimas obras para España, especialmente el ciclo de pinturas para decorar la Torre de la Parada, el pabellón de caza de Felipe IV, que heredó también de Isabel Clara Eugenia muchas de las que había pintado para ella, y no contento con eso, cuando falleció el pintor compró gran parte de los cuadros que Rubens había conservado en su casa. Todo ello daría lugar a que el Museo del Prado conserve la mayor y mejor colección de Rubens del mundo, uno de sus títulos de excelencia.

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