El último fusilado

15 / 03 / 2016 Luis Reyes
  • Valoración
  • Actualmente 5 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
  • Tu valoración
  • Actualmente 5 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
¡Gracias!

Fort d’Ivry, 11 de marzo de 1963. El coronel Bastien-Thiry es pasado por las armas por el atentado contra De Gaulle.

El firme estaba mojado por la lluvia, pero el Citroën DS-19 rodaba a 110 kilómetros por hora (velocidad alta en la época) por la CN 306, rumbo a la base aérea de Villacoublay. Le precedían dos motoristas y le seguía otro automóvil idéntico con la escolta; no llevaba distintivos y no estaba blindado. Le faltaba poco para alcanzar su destino cuando comenzaron las ráfagas de ametralladora.

El pasajero junto al chófer gritó: “¡Al suelo padre!”. En el asiento de atrás, un hombre de casi dos metros se dobló como pudo, cubriendo con su corpachón a la mujer que le acompañaba. Las balas silbaron sobre ellos, el Citroën recibió 14 impactos, algunos se clavaron en los respaldos, el cristal trasero saltó hecho añicos aunque milagrosamente nadie fue alcanzado. Las ruedas del Citroën reventaron, pero el conductor obedeció la orden del copiloto: “¡Acelere!”. Logró esquivar una furgoneta surgida de la nada que intentó embestirle y a toda velocidad pudo llegar a Villacoublay, donde los militares vieron con horror surgir de aquel colador al presidente de la República.

Hay que decir que el chófer, Francis Marroux, era un antiguo maquis reconvertido en gendarme (equivalente francés a guardia civil), y ya había superado con igual sangre fría otro atentado hacía menos de un año. El copiloto, el único que habló durante el ataque, estaba acostumbrado a dar órdenes, era el coronel Alain de Boissieu, ayudante de campo y yerno del presidente. Y los pasajeros eran, obviamente, el general De Gaulle y su esposa, Yvonne de Gaulle.

El general estaba indignado. Él era militar de carrera y sabía que el enemigo te dispara, pero había visto la muerte muy cerca de su esposa y eso no se podía consentir. Hay que respetar a las damas... Él, por ejemplo, respetaba tanto a su mujer que jamás se atrevió a tutearla. Charles de Gaulle era un caballero chapado a la antigua, tenía principios firmes, creía en la patria, la religión y la familia. Como hombre de honor que era, ¡ay de quien deshonrase esos valores! Puesto que además tenía mal carácter, no comprendía las debilidades, era tremendamente soberbio y bastante rencoroso, podía ser despiadado con sus adversarios.

Desde su llegada al poder para “salvar a Francia” por segunda vez, en 1958, su enemigo principal era la Organización del Ejército Secreto (OAS), un potente grupo armado opuesto a la independencia de Argelia, formado por militares y pied noirs (colonos franceses). Había empezado aterrorizando a los independentistas argelinos, pero luego pasó a asesinar a franceses traidores, aquellos dispuestos a abandonar Argelia. Entre ellos, el presidente De Gaulle, que con su larga visión de estadista había comprendido que el colonialismo era insostenible.

Cinco veces atentaron contra su vida, pero De Gaulle no se amilanó. Si había sido el único francés capaz de enfrentarse a Hitler en 1940, un puñado de extremistas no iba a poder con él. Les respondió con todo el poderío del Estado, pero también con sus mismas armas criminales. Por un lado creó una jurisdicción militar excepcional para reprimir la subversión; por otro, organizó unas células anti-OAS, les Barbouzes (los barbas postizas), 300 elementos dispuestos a todo que ponían bombas, secuestraban, torturaban y asesinaban a miembros o simpatizantes de la OAS, y dio carta blanca a los servicios especiales para actuar fuera de las fronteras, de modo que la OAS se quedó sin santuarios en los países vecinos.

Brillante ingeniero.

El organizador de los atentados era uno de los cerebros más brillantes del ejército, el teniente coronel Bastien-Thiry. De familia noble y católica, Jean-Marie Bastien-Thiry estudió en el centro más prestigioso de Francia, l’École Polytechnique, antes de ingresar en el Ejército del Aire como ingeniero aeronáutico. Era el genio francés en el diseño de misiles, pero tras su fachada de científico había un hombre de radicales convicciones ideológicas, que justificaba el asesinato del presidente de la República recurriendo a Santo Tomás de Aquino y la teoría del tiranicidio.

Bastien-Thiry, que usaba el nombre clave Didier, no pertenecía a la OAS, sino al Vieil État-Major, una organización clandestina mucho más elitista, como indica su nombre, de la que hasta hoy día no se sabe casi nada. La OAS sería simplemente su instrumento para el tiranicidio, la infantería que daría el callo, mientras que Didier era el general, el estratega. En un detalle de sofisticación bautizó la operación Charlotte Corday, en memoria de la tiranicida de la Revolución Francesa, la republicana moderada que asesinó a Marat.

El comando ejecutor era de 12 hombres, la mayoría militares, incluido un joven oficial con uno de los apellidos más nobles de Francia, Condé, y tres exilados húngaros que habían combatido a los rusos en 1956. Tenían ametralladoras, metralletas y explosivos, y usaron una furgoneta, una camioneta y un turismo. Bastien-Thiry no participó en el tiroteo, estaba adelantado en la carretera y simplemente avisó de la llegada del convoy presidencial.

Tras el atentado, Didier volvió a su vida normal y se fue en misión oficial a Inglaterra, pero la OAS estaba muy infiltrada por los servicios secretos, en 15 días habían detenido a casi todos los participantes y, a su vuelta de Inglaterra, a Bastien-Thiry.

En enero del 63 comenzó en el Fuerte de Vincennes el consejo de guerra, aunque con un grave hándicap jurídico: el Tribunal Militar de Justicia creado por De Gaulle había sido declarado ilegal por el Consejo de Estado, por contravenir los principios generales del Derecho al ser sus sentencias sin apelación. Pero el general De Gaulle no admitía que viniesen unos constitucionalistas a enmendarle la plana, dictó una nueva ley y mantuvo al tribunal para el juicio.

Duró poco más de un mes y Bastien-Thiry aprovechó para hacer una gran pieza oratoria en la que desarrollaba su ideología, aunque a la hora de la verdad negó que pretendiera asesinar al tirano y afirmó que solo quería secuestrarlo para “someterlo a juicio”. No le valió, fue sentenciado a muerte junto a otros dos acusados. El presidente De Gaulle conmutó la pena capital de estos, pero no la de Bastien-Thiry, argumentando que se había disparado contra mujeres, se había disparado contra niños –el coche de una familia numerosa fue alcanzado por las balas– y encima el responsable supremo, Bastien-Thiry, no había tenido el valor de estar en primera línea junto a sus soldados cuando empezaron los tiros. El general insistió en el último argumento, no quería solamente ejecutar al hombre que había puesto en peligro la vida de Madame de Gaulle, sino humillarle llamándole cobarde.

Bastien-Thiry fue fusilado al amanecer –el último fusilamiento en Francia– con un rosario en las manos, como un mártir cristiano. Posteriormente De Gaulle, en uno de sus característicos sarcasmos, diría: “Los franceses necesitan mártires... Yo podría haberles dado uno de esos generales estúpidos que juegan a la pelota en la prisión de Tulle [los cuatro generales unidos a la OAS] pero les di a Bastien-Thiry. Lo convertirán en un mártir. Se lo merece.”  

Grupo Zeta Nexica