El negro de Pedro el Grande

26 / 11 / 2013 11:35 Luis Reyes
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Rusia, 1703-1781 · Un niño esclavo negro, apadrinado por el zar, recibe la mejor educación ilustrada y alcanza la cúspide social.

Pedro el Grande cambió la faz de Rusia, había heredado un país asiático y fue capaz de llevarlo hacia Europa, aunque tuviera que usar el knut. Fue un déspota ilustrado pero actuaba como un déspota oriental brutal y cruel. Así logró la modernización de Rusia, a la que le abrió una puerta hacia Europa construyendo San Petersburgo.

En su juventud había viajado de incógnito por Europa, asimilando con ansia la civilización occidental. Su país favorito fue la dinámica Holanda, capaz de acumular riqueza y peso internacional pese a tener en contra las condiciones naturales. Pedro incluso trabajó en los astilleros de Amsterdam, para aprender desde sus orígenes cómo se hacía una potencia naval. Al volver a Rusia trajo de Holanda una colección de cuadros de Rembrandt y un equipo de profesionales que llevaran a la práctica su gran proyecto, desde almirantes a artesanos, e incluso un grupo de esclavos negros duchos en varios oficios.

Entre ellos apareció en 1703 un niño de unos 7 años llamado Ibrahim. Seguramente fue también comprado en Holanda, aunque existe la hipótesis de que fuera el hijo de un rey africano mantenido como rehén por el sultán otomano en Constantinopla, donde lo habría rescatado un diplomático ruso. Esta ascendencia legendaria quizá tenga su origen en buscar una explicación imaginativa a la predilección que Pedro el Grande mostró por el niño. Fue su padrino de bautismo y le dio su patronímico, Petrovich (hijo de Pedro), le proporcionaría una excelente educación y le abriría las puertas del estamento nobiliario al nombrarle oficial de su ejército.

Sin embargo, existe una explicación a la actitud del zar menos romántica, aunque más interesante. La idea de criar a un esclavo negro como si fuera un niño de la aristocracia es típica del Siglo de las Luces, un experimento científico para comprobar si el negro era inferior al blanco por naturaleza, o si dándole las oportunidades de un blanco privilegiado las aprovechaba y se convertía en un ser distinto. Es seguramente este aspecto de ingeniería social lo que llevaría a Voltaire a llamar “la estrella negra de la Ilustración” al que otros se referían como “el negro de Pedro el Grande”.

Al bautizarse Ibrahim cambió su nombre musulmán por el equivalente cristiano, Abraham, cuya forma rusa es Abram, y comenzó su nueva vida. Recibió la educación cortesana que incluía artes como la esgrima y el baile y se convirtió en paje de Pedro el Grande, acompañándole en sus campañas militares. Hacia los 20 años –su fecha de nacimiento era ignorada– su imperial padrino lo envió a Francia para recibir una educación superior, aparte de la inmersión en la cultura europea que Pedro consideraba necesaria. En Metz estudió ciencias, artes y milicia, y luego completó su formación de manera práctica sirviendo como capitán en el ejército francés. Participó en la Guerra de la Cuádruple Alianza contra España, recibió una herida de guerra y tuvo la inspiración de adoptar el nombre de Hanibal (Gannibal, en su forma rusa), el grandísimo general cartaginés que, como él, era africano.

Tras nuevos estudios en la Escuela de Artillería de Metz, Abram Petrovich Gannibal regresó a San Petersburgo en 1722, al servicio de su zar como oficial de ingenieros. Desgraciadamente para él, Pedro el Grande falleció en 1725, y en breve tiempo también su esposa, Catalina I, y Abram Petrovich se quedó sin protectores. Con un nieto de Pedro de 12 años en el trono, el poder pasó a manos del intrigante príncipe Menshikov, a quien no le hacía gracia el negro de Pedro el Grande, y lo envió a un destino exilio en Siberia. Podría haberse venido abajo en este destierro y huérfano de padrino, pero en vez de eso trabajó eficazmente dirigiendo obras de fortificación y a los tres años pudo volver, aunque pidió la baja en el ejército, seguramente por la falta de perspectivas.

La zarina protectora.

Un sinsabor familiar se sumó a estos: se había casado con la hija de un capitán de barco griego, Eudoxia Dioper, que despreciaba a su marido por su color y le fue repetidamente infiel. Cuando Eudoxia dio a luz un niño enteramente blanco estalló el escándalo: no podía ser hijo de su marido y este la acusó de adulterio, por lo que fue encarcelada durante largos años. Para consolarse, Abram Gannibal entabló relación con Cristina Siöberg, hija de un oficial extranjero de los muchos que había en el ejército del zar, de familia de pequeña nobleza germano-sueca. Abram se casó con ella pese a que seguía casado con Eudoxia, convirtiéndose de hecho en bígamo. Pese a ello fue un matrimonio feliz y tuvieron once hijos.

En 1741 subió al trono Isabel I, hija de Pedro el Grande, y eso supuso la reivindicación de Gannibal. La nueva emperatriz lo nombró general, le dio al cargo de superintendente de Reval (hoy Tallinin) que ocupó durante 10 años, y le regaló un feudo con centenares de siervos, lo que completaba su perfil como aristócrata. También logró en esa etapa divorciarse, tras 20 años de situación irregular, de su primera mujer, a la que encerraron de por vida en un convento, con lo que la prole de Gannibal quedaría plenamente legitimada e integrada en la nobleza. Adoptó para su escudo de armas un elefante y el lema FVNMO, acrónimo de la sentencia latina Fortuna Vitam Meam Mutavit Oppido (“La fortuna cambió enteramente mi vida”).

Ese lema, sin embargo, alentó una leyenda que se ha convertido en una cuestión de orgullo nacional en la lejana República de Camerún, pues en una de las lenguas camerunesas funmo quiere decir “patria”. El hecho de que un esclavo negro alcanzara tan alto destino le ha convertido naturalmente en un héroe de la negritud, reivindicado por varios países africanos, y ha dado lugar a una mixtificación de su figura, dándole orígenes legendarios y convirtiéndole en un ser extraordinario y superdotado.

“Nacido en una familia noble de un reino en la región del lago Chad [...] Abraham Hanibal se distinguió, cuanto todavía era un adolescente, por sus acciones militares en la Guerra del Norte contra los suecos. Dio pruebas de un talento excepcional tanto en ingeniería como en el arte de la guerra, y llegó a hacerse amigo personal del zar”, escribe por ejemplo el africanista portugués Pedro Rosa Mendes, cuando no se conoce que hiciera nada en la Guerra del Norte, a la que fue como pequeño criado del zar, ni que su talento fuera algo excepcional ni en ingeniería ni estrategia, y desde luego es absurdo hablar de amistad personal de un servidor –aunque fuera Grande de España– con un monarca absoluto, pues los soberanos no tenían amigos. Vladimir Nabokov, el famoso autor de Lolita, que pertenecía a una familia de la alta nobleza rusa, niega en cambio que Gannibal fuera nadie excepcional, y lo considera un típico cortesano ambicioso de su época que supo aprovechar sus oportunidades, además de un maltratador de mujeres.

En todo caso, si el personaje no era excepcional, su destino sí lo fue, y se prolongó en el de su descendencia, que alcanzaría las altas esferas de la aristocracia europea. El primogénito de Abram, Ivan Abramovich Gannibal, sería un reputado oficial naval a quien Catalina la Grande sentó en el Almirantazgo y dio el grado de Général-en-Chef (el segundo de la jerarquía). Otro hijo, Osip, se casaría con una Pushkin, una familia boyarda, es decir, de la más rancia alta nobleza, cuya genealogía remontaba hasta el siglo XII, de modo que la gloria de las letras rusas Alexander Pushkin fue bisnieto del negro de Pedro el Grande.

La estirpe de Gannibal ha llegado también a la nobleza inglesa, pues descienden de él la duquesa de Westminster y la duquesa de Abercorn, además de lord George Mountbatten, primo de la reina Isabel II, que incluso tiene derechos sucesorios al trono británico, aunque improbables de materializarse, pues ocupa el puesto número 484 en la lista de sucesión.

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