El guerrillero longevo

13 / 10 / 2015 Luis Reyes
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Tolima, Colombia, 1949. Tirofijo Marulanda inicia la lucha guerrillera. 15 años después crearía las FARC

Tirofijo Marulanda rodeado de guerrilleros de las FARC.

Un siglo llevaban matándose entre sí las dos fuerzas históricas colombianas, liberales y conservadores, cuando estalló el Bogotazo, una rebelión popular tras el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliezer Gaitán, el 9 de abril de 1948. Así empezó la Violencia, una guerra civil rural, el Ejército del Gobierno conservador y los pistoleros de los terratenientes contra las bandas que formaban los pequeños campesinos del Partido Liberal y los seguidores del Partido Comunista –que en algún momento también lucharon entre sí–.

Al cabo de un año, los campesinos habían sido aplastados, como solía suceder, pero quedó un residuo, 200 hombres armados dispuestos a todo que se echaron al monte, seguidos por sus familias. El monte en Colombia son los Andes, y en ese terreno agreste del departamento de Tolima, un joven campesino llamado Pedro Antonio Marín y apodado Tirofijo por su puntería, proclamó la República Independiente de Marquetalia.

Hay que estar tocado de una locura de grandezas para hacer algo tan grandilocuente, pero en la tierra del realismo mágico esas cosas pasan y, lo que es más increíble, funcionan. Aquel rústico, Tirofijo, crearía la estructura subversiva más importante de Sudamérica, mandaría las FARC, un ejército que llegó a 16.000 hombres bien armados, y presidiría un Estado dentro del Estado que ha pervivido hasta ahora, aunque él murió en 2008, cuando empezaban a declinar las FARC. Durante 67 años, la guerrilla de Tirofijo, tantas veces dado por muerto él y por exterminada su insurgencia, ha sobrevivido, poniendo a veces en jaque a la propia República de Colombia y propiciando una industria nacional del narcotráfico cuyo peso se deja sentir en todo Occidente.

Tirofijo había nacido no se sabe cuándo –entre 1928 y 1930– en una familia campesina medio india. Era el mayor de cinco hermanos y gozó del privilegio de la escuela primaria, pero a los 13 años abandonó casa y estudios y se fue a ganarse la vida por su cuenta, como un hombre. Lo era ya, hecho y derecho aunque solo tuviera 18 años –o quizá 20– cuando estalló el Bogotazo.

Tenía además las cualidades del guerrillero y del caudillo: valeroso, fuerte, buen tirador, conocedor del campo, capaz de sobrevivir en cualquier circunstancia, inteligente e intuitivo, camaleón político, no un líder carismático sino un grado más allá, mesiánico, capaz de trazar a su alrededor un halo mítico, el misterio del hombre sin cara, pues hasta los 80 no existía ninguna fotografía de él.

Encontró un profesor de ideología cuando se incorporó a la República de Marquetalia, Jacobo Arenas, activista enviado por el Partido Comunista para influir en el proceso guerrillero. La conversión al marxismo de Tirofijo quedó formulada por una ceremonia del más alto simbolismo, su nuevo bautizo. Tras  la muerte del dirigente sindical comunista Manuel Marulanda, Tirofijo adoptó ese nombre. El colombiano se adelantaba con su adhesión al comunismo al que luego proclamaría su modelo, Fidel Castro, que había iniciado la insurgencia con las Juventudes del Partido Ortodoxo Cubano, un partido populista del que era diputado. Solamente después del triunfo de la Revolución viró Fidel hacia el socialismo.

Había más nexos entre Marulanda y Castro. Fidel, por entonces solamente un líder estudiantil, se hallaba en Bogotá el día que estalló el Bogotazo y fue de las últimas personas que tuvo contacto con el caudillo liberal Gaitán, antes de su asesinato. Pero lo más notable de su paralelismo ocurrió en 1964. El Ejército emprendió una contundente ofensiva contra la República de Marquetalia y la guerrilla fue prácticamente aniquilada. Muy pocos sobrevivieron pero Tirofijo-Marulanda, en vez de huir con el rabo entre las piernas, hizo entonces un desplante y fundó las FARC, siglas pomposas para quien solo tenía 48 hombres, pues pretendían ser las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Curiosamente, este mito fundacional de las FARC reproducía el modelo castrista, porque ocho años antes, tras el desastre del desembarco del Granma, Fidel Castro había iniciado la lucha de liberación de Cuba con solo 12 hombres. Al fin y al cabo, aunque Tirofijo tuviera cuatro veces más combatientes, Colombia es 10 veces mayor que Cuba.

FARC. La fortuna que acompañó a Fidel hasta su triunfo en La Habana no sería tan generosa con Marulanda. Solamente le permitió sobrevivir, no vencer, aunque en su momento de máximo poder, durante las negociaciones de paz entre 1999 y 2002, el Gobierno del presidente Pastrana aceptó el control indisputado de la guerrilla sobre una Zona de Distensión del tamaño de Dinamarca. En este santuario del que disfrutaron casi cuatro años, las FARC alcanzaron su mayor crecimiento, un ejército de 16.000 hombres –y mujeres– perfectamente equipados gracias al dinero de la droga, e incluso pudieron poner en marcha un plan estratégico de cerco a Bogotá, cuyo objetivo final era la ocupación de la capital de Colombia y la toma del poder.

No había, sin embargo, voluntad de paz en aquel proceso, al menos por parte de las FARC y de los grupos paramilitares de la derecha. La guerrilla sufrió ataques de estos, pero mantuvo una constante actividad terrorista, asesinando, extorsionando y secuestrando al abrigo de su Zona de Distensión, y favoreciendo la expansión del narcotráfico. La gota que colmó el vaso fue el secuestro de un avión de pasajeros en el que viajaba un senador, al que las FARC tendrían cautivo seis años. El presidente Pastrana dio por terminado el acuerdo el 21 de febrero de 2002 y Colombia volvió a la guerra abierta.

Los golpes comenzaron a caer sobre las FARC, pero su mes más negro fue el de marzo de 2008. Empezó con la muerte del número 2 de la guerrilla, Raúl Reyes, yerno de Tirofijo, que había tenido al menos siete hijos con varias mujeres, y culminó con el fallecimiento del propio Marulanda por un infarto, según las FARC. Tenía 78 u 80 años, bien puede decirse que Tirofijo, el guerrillero longevo al que nadie podía matar, murió en la guerrilla... de viejo.

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