El arma más letal del mundo

16 / 11 / 2017 Luis Reyes
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Moscú, 13 de Noviembre de 1947. El Kremlin aprueba el fusil de asalto diseñado por el sargento Mijail Kalashnikov en la cama de un hospital, el AK-47. Hay 200 millones de esas armas en el mundo.

Un niño palestino armado con un AK-47. Foto: David Silverman/Getty

Preferiría haber inventado una cortadora de césped”. En los últimos años de su longeva existencia Mijail Kalashnikov sentía remordimientos. En el mundo se usan para matar 200 millones de armas que llevan su nombre, aunque técnicamente se denomine AK-47, un fusil de asalto que dispara 650 balas por minuto, que nunca falla, no se estropea ni en el Ártico ni en el Sáhara, es muy barato y fácil de fabricar y lo puede manejar un niño. El fusil automático más famoso de nuestro tiempo, el kalashnikov, es realmente un arma letal.

Y sin embargo la vida no parecía dispuesta a darle oportunidades de llegar muy lejos a Mijail Kalashnikov, que nació en una familia pobre campesina y además en Siberia. Tenían poca tierra, pero la campaña de colectivización de Stalin se la quitó, y los mandó a una colonia penal, donde a su padre lo mató el primer invierno. Con 13 años dejó lo que quedaba de hogar familiar y marchó a buscarse la vida. Entró de aprendiz en un taller de tractores y allí descubrió no ya la afición por la mecánica, sino que tenía un genio innato para ella.

A los 19 años fue reclutado por el Ejército Rojo, donde su experiencia laboral y su pobre físico, fruto de una infancia de privaciones, hizo que no lo destinaran a unidades de combate, sino a talleres. En la escuela de mecánicos desarrolló sus primeros inventos, pequeñas mejoras de diseño e incluso un novedoso cuentakilómetros para tanques. Pero la invasión alemana de 1941 provocó tal sangría en el Ejército Rojo que lo metieron en un tanque T-34 y lo mandaron a luchar. Enseguida resultó herido en la batalla de Briansk y tuvo que ir varios meses a un hospital.

Según cuenta el propio Kalashnikov, el herido de la cama de al lado se quejaba amargamente de que los alemanes tenían más armas automáticas que los rusos, y eso les daba superioridad. Kalashnikov decidió hacer algo para ayudar a los soldados de infantería, de modo que fue en una cama de hospital, sin más equipamiento que un cuaderno y un lápiz, donde iba a nacer el mayor logro de la industria soviética. Cuando le dieron el alta se las arregló para volver a talleres y seguir con su invento. En aquella época el alto mando estaba dispuesto a probar cualquier novedad que le diese esperanza frente al invasor. Una de las ventajas que tenían los odiados alemanes eran los primeros fusiles de asalto, desde el MKb.42 hasta el Sturmgewehr 44. Moscú quería un fusil automático similar y le envió a Kalashnikov la munición de estas armas, sobre la que él crearía un prototipo que no llegó a tiempo de contribuir a la victoria en la Gran Guerra Patria, como llaman los rusos a la Segunda Guerra Mundial.

Pero no importaba el retraso, el Ejército Rojo había encontrado un tesoro. Su creador lo bautizó AK-47, siglas de Automat Kalashnikova model 1947, pero sería conocido en todo el mundo como kalashnikov. En 1949 fue adoptado como arma oficial de infantería del Ejército Soviético, como se había rebautizado al heroico Ejército Rojo, y pronto traspasó las fronteras, equipando a los aliados de Moscú. El conflicto con el Occidente capitalista era total, pero la Guerra Fría evitaba la guerra abierta, así que durante años los adversarios de la URSS, muy preocupados por las armas nucleares, los submarinos y los tanques soviéticos, ignoraron el arma que enarbolaban los infantes del Pacto de Varsovia.

Vietnam

El descubrimiento occidental del AK-47 fue en Vietnam y puede decirse que fue terrible. Al principio, los americanos despreciaron el arma del Vietcong y del Ejército norvietnamita. Los expertos del Ejército de Estados Unidos que habían desarrollado el M-16 consideraban al kalashnikov “un arma barata, de poco alcance y sin capacidad de detener a un atacante”. Pero los muchachos americanos que se batían sobre el terreno empezaron a recoger los fusiles de los guerrilleros muertos, porque sus M-16 funcionaban mal en la terrible humedad vietnamita, mientras que el AK-47 nunca fallaba, nunca se encasquillaba y ni siquiera había que cuidarlo. Una portada de la revista Life de 1967 mostraba a unos soldados americanos armados con AK- 47. Era reconocer la superioridad del arma enemiga. En realidad era reconocer la superioridad del enemigo, y Estados Unidos perdió la guerra y salió traumatizado de Vietnam.

El triunfo de David sobre Goliat consagró al kalashnikov, que se convirtió en el símbolo del guerrillero, desde los fedayín de la resistencia palestina a los movimientos de liberación del África portuguesa. Era un auténtico icono revolucionario, en una visita de Mijail Kalashnikov a Mozambique el ministro de Defensa le contó que tras la independencia bautizaron a muchos niños Kalash. Es más, el AK-47 figura en la bandera de Mozambique, así como en la del Hezbolá libanés, o en los escudos de Zimbabue y Timor Oriental, y Salvador Allende usó un kalashnikov para enfrentarse al golpe de Augusto Pinochet y, en último término, suicidarse.

La caída del comunismo y la desaparición de la URSS trajeron malos días para los ancianos soviéticos, pero a Mijail Kalashnikov le abrieron las fronteras de Occidente. En EEUU, un país que rinde culto a las armas, resultó ser un personaje popular, al que pagaban jugosas sumas por hablar en universidades o asistir a actos de aficionados a las armas de fuego, lo que resolvió los problemas económicos de alguien que nunca había recibido derechos de autor por su invento. Tras la caótica primera etapa de Yeltsin, cuando Putin llegó al poder en Rusia, Kalashnikov alcanzó de nuevo el reconocimiento oficial. Ya tenía la Orden de Lenin y la Orden de Stalin, pero Putin lo ascendió a teniente general y lo nombró Héroe de la Federación Rusa, el máximo honor nacional, equivalente a los antiguos Héroes de la Unión Soviética.

Sin embargo, en el mundo, el icono AK-47 comenzó a perder su grandeza. Primero se identificó con algo que hoy repugna a todos, los niños-soldado, porque efectivamente lo puede usar un niño de 12 años. Luego con algo aún peor, el terrorismo yihadista. “El kalashnikov, un carismático ensamblaje de cañón y madera, ha puesto la masacre masiva al alcance de cualquiera en cualquier parte”, dice el conocido periodista inglés Nigel Fountain.

Poco antes de morir en 2013, Kalashnikov le escribió una carta al patriarca de la Iglesia Ortodoxa: “Mi dolor espiritual es insoportable... si mi fusil le quitó la vida a tantas personas, ¿podría ser que yo, un creyente cristiano, fuera culpable de esas muertes?”. Por fortuna para él, ya había fallecido cuando se produjeron las matanzas terroristas de París, perpetradas con el letal kalashnikov.

KHALASNIKOV-F

Mijail Kalashnikov en la época en que lo diseñó. Foto: David Silverman/Getty

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