Dos apasionados por España

19 / 04 / 2017 Luis Reyes
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Nueva York, 20 de enero de 1908. Archer Huntington inaugura la Hispanic Society of America.

Archer Huntington por el pintor español López Mezquita (Hispanic Society of New York)

Archer Milton Huntington no tenía padre conocido. Según las malas lenguas era hijo de un tahúr del Misisipi; según las peores, era hijo del multimillonario Collis Huntington, amante de su madre, Arabella Yarrington, con la que finalmente se casaría y adoptaría al niño.

Benigno Mariano Pedro Casto de la Vega-Inclán y Flaquer era hijo de un marqués y podía rastrear su estirpe hasta los albores de la Reconquista, pues era de la sangre de los reyes de Castilla. Pese a la diferencia de filiación, muchas otras cosas emparejaban a estos dos hombres, cuya amistad daría frutos como el restablecimiento de relaciones entre España y EEUU tras la Guerra de Cuba.

Para empezar por lo fundamental, ambos pertenecían a las élites: Vega-Inclán, a la nobleza española; Huntington, a la plutocracia norteamericana. Los dos eran personas muy cultivadas y cosmopolitas, viajeros y políglotas; ambos tenían una vasta cultura y una especial sensibilidad artística. Los dos fueron mecenas, cada cual en la medida de sus posibilidades: Vega-Inclán llevaría las pinturas y muebles de época de su propia casa para abrir el Museo del Romanticismo, y con el apoyo de Huntington crearía la Casa del Greco de Toledo y la Casa de Cervantes de Valladolid. Archer Huntington, hijo de la mujer más rica del mundo, fundó 16 museos, incluida la Hispanic Society de Nueva York.

Pero lo que más les hermanaba era un patriotismo cívico que en el caso del americano era doble, hacia Estados Unidos, su país, y hacia España, su pasión. Los dos asumieron una misma misión en la vida, preservar y difundir el acerbo de la cultura española. Evocarlo viene a cuento porque esa condición está detrás de la soberbia exposición del Prado, Tesoros de la Hispanic Society of America, de la que se da cuenta en esta misma página, a la izquierda.

En efecto, Huntington fue el fundador de la Hispanic Society, buscó y sufragó los tesoros (y no es hipérbole) que pueden contemplarse ahora en el museo madrileño. En cuanto al marqués de la Vega-Inclán, fue prácticamente el inventor del concepto de Patrimonio Nacional español, que ha convertido nuestro país en una potencia cultural capaz de convocar exhibiciones como ésta.

En Benigno de la Vega-Inclán el patriotismo se le suponía, por su condición de noble y su profesión de militar, heredada de padres y abuelos. Cierto que no realizó hazañas bélicas como las de sus mayores, casi siempre estuvo fuera del servicio activo, cumpliendo en cambio misiones diplomáticas y, sobre todo, viajando por su cuenta. En sus estancias en París, Berlín y Londres vio cómo gestionaban su patrimonio cultural, y cuando regresó definitivamente a España traía el propósito de dedicar su vida a esta misión.

Elegido diputado liberal en 1910, desde su escaño impulsó la creación de la Comisaría Regia de Turismo, el primer organismo de este tipo en España, del que asumió la dirección a condición de no cobrar sueldo, quizá por el prurito de que los hidalgos españoles no trabajaban por dinero –su familia procedía de la hidalguía cántabra que inició la Reconquista–. Como no había nada hecho, su labor fue ingente. Antes de que pasara un mes de su nombramiento puso en marcha su primer proyecto, la restauración de la sinagoga del Tránsito de Toledo, para instalar un centro de estudios hebraicos, y puede decirse que fue el creador de lugares emblemáticos como el barrio de Santa Cruz de Sevilla, un pozo de miseria antes de su gestión. Restauró la Alhambra, el Generalife, los Reales Alcázares sevillanos, el Teatro Romano de Mérida, se inventó la Casa del Greco y la Casa de Cervantes, y construyó los primeros paradores de turismo, empezando por el de la Sierra de Gredos.

Revelación

El amor a España de Vega-Inclán era natural, pero, ¿de dónde le venía a Huntington esa pasión? Una explicación casi legendaria cuenta que antes de cumplir los 10 años viajó a Texas y oyó hablar en español, quedando hechizado para siempre por el sonido de esa lengua. Como era un niño rico al que daban todos los caprichos, hizo que le trajesen a su mansión de Manhattan una institutriz de Valladolid, con la que aprendió un castellano perfecto. Huntington llegaría a componer versos en español, aunque su primer pinito literario infantil fue una novela de caballerías inspirada en uno de los libros que había leído en español, el Amadís de Gaula.

Comenzó a coleccionar libros sobre España, pero la revelación definitiva llegó al final de la adolescencia, cuando acompañó a sus padres a México, lo que supuso su primer contacto real con el mundo hispánico. Cenó en el castillo de Chapultepec invitado por el presidente de la República, pero lo memorable del viaje es que pudo palpar el esplendor del arte colonial español. Regresó decidido a dedicar su vida a la pasión española, a penetrar en el alma de nuestra cultura y a difundirla creando un “Museo Español”. Tenía 19 años, pero su padre aceptó la decisión de abandonar los negocios y dedicarse al mecenazgo. “Haz lo que quieras y hazlo bien”, fue todo lo que le pidió.

Los caprichos de un hijo de papá nunca provocan simpatía. Morris K. Jesup, que fundó el Museo Americano de Historia Natural cuando ya era un maduro banquero, le afeó que se interesase por una civilización “muerta y acabada” como la española, y en sus círculos sociales y familiares se reían abiertamente de él por su “inútil profesión”. Pero los ataques no mellaron la determinación de Archer Huntington, contaba con el apoyo de su madre y su padre adoptivo, el gran emperador de los ferrocarriles, que le regaló un cuadro de su casa como primera piedra del futuro museo: nada menos que el retrato del Gran Duque de Alba por Antonio Moro, que podemos disfrutar ahora en la exposición del Prado.

Al poco de cumplir 20 años Huntington se preparó para la gran experiencia: conocer España. De sus andanzas por nuestro país, y de las de su amigo Vega-Inclán por Estados Unidos, escribiremos en el próximo número.

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