Cárcel de mujeres

10 / 05 / 2016 Luis Reyes
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Londres, 1903. Holloway se convierte en la prisión femenina con más celebridades reclusas.

Desde el más sofisticado glamur a la abyección, desde ladies hasta desgraciadas condenas desde la cuna por la pobreza y la explotación sexual, pasando por heroínas sufragistas prestas al martirio y por las más perversas asesinas en serie... Ninguna prisión ha encerrado en el siglo XX semejante plantel de condenadas como Holloway, desde 1903 la mayor cárcel para mujeres de Europa.

“Nunca comí fraises des bois tan ricas como las que cultivaba en el jardín de la prisión”. Hay que tener mucho stiff upper lift (labio superior estirado, llaman los ingleses a la arrogancia aristocrática) para resumir así tres años de cárcel, como hacía Diana Miltford, lady Mosley, ferviente nazi casada con el jefe de la Unión Fascista Británica. Considerada “más peligrosa que su marido” por el MI5 (el servicio secreto) fue encarcelada sin juicio de 1940 a 1943. Bien es cierto que tenía los privilegios que podía esperar una amiga íntima del rey Eduardo VIII y pariente de Churchill. Por orden de este, el marido de Diana, sir Oswald Mosley, ingresó en la cárcel de mujeres, y el matrimonio pasó su encierro viviendo en un chalecito dentro de la prisión, cultivando fraises des bois.

En el extremo opuesto estaría Styllous Christofi, inmigrante casi analfabeta de una primitiva aldea chipriota donde regían las leyes del honor y la vendetta. En su aldea Christofi asesinó a su suegra haciéndole tragar una antorcha ardiendo, pero fue absuelta porque la suegra “la había provocado”. Treinta años después emigró con su hijo a Londres y encontró que educaban a su nieto como un inglés. Una noche que estaba a solas con su nuera, le dio un cacerolazo y luego la estranguló con un chal. A Styllous le gustaba resolver las cosas con fuego, de modo que untó el cadáver con parafina y le prendió fuego. Un vecino acudió alarmado, pero creyó que estaba quemando un maniquí. Sin embargo, la casa se incendió y vinieron los bomberos, que encontraron el cadáver carbonizado. La temperamental Styllous Christofi fue la penúltima mujer ahorcada en Inglaterra; la última sería Ruth Ellis, una víctima del maltrato masculino cuyo caso ya publicamos en Historias de la Historia (ver “La última horca”, en el número 1.707 de TIEMPO).

Las primeras internas famosas de Holloway fueron las sufragistas, todo el movimiento pasó por allí a principios de siglo, llevando su lucha a la prisión, pues se declaraban en huelga de hambre. Su jefa Emmeline Pankhurt, también encarcelada y en huelga, decía: “Holloway se convirtió en un lugar de horror y tormento. Repugnantes escenas de violencia sucedían casi cada hora del día, cuando los médicos iban de celda en celda cumpliendo su odioso oficio”. El oficio consistía en la alimentación forzosa de las sufragistas mediante un embudo y un tubo de goma que a la fuerza introducían por la nariz hasta el estómago.

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