Bonaparte se doctora

21 / 09 / 2017 Luis Reyes
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19 de septiembre de 1793. El joven capitán Bonaparte toma el mando de la artillería de sitio en Toulon, de donde saldrá ascendido a general.

Napoleón en Toulon, estampa de propaganda de tiempos del Imperio

Un rey en la guillotina era algo más de lo que podían soportar las monarquías europeas. Tras la ejecución de Luis XVI en enero de 1793, España e Inglaterra, junto a otras potencias menores, se unen a Austria y Prusia en la guerra contra la Convención, como se denomina el nuevo régimen revolucionario. En Francia ha estallado el Terror, que no solo corta cabezas monárquicas, sino también la de los republicanos que no militen en la facción jacobina de Robespierre, y esa brutal represión provoca levantamientos por todo el país.

En Toulon, la principal base naval del Mediterráneo, se sublevan los federalistas (republicanos antijacobinos) aunque finalmente tomarán el control los realistas, pues la mayoría de los oficiales de la Marina son monárquicos. Madrid y Londres envían una expedición conjunta para sostener a los realistas, aunque para los ingleses lo más importante será anular la base del poderío naval francés. El sitio de Toulon se convierte en una auténtica guerra europea, pues desembarca una fuerza multinacional de 17.000 hombres. El núcleo principal lo forman 7.000 españoles de los regimientos de Infantería de Córdoba, Mallorca, Hibernia, Málaga y Betschart (suizo), provinciales de Chinchilla, milicias de Córdoba, dragones del Rey y Pavía y Artillería. Hay 2.000 británicos, en su mayoría mercenarios alemanes de Hesse, 5.000 napolitanos, 1.500 piamonteses y 1.500 realistas franceses. Contra ellos la Convención envía un ejército de 30.000 hombres, que aumentará hasta 74.000.

Pero más allá de las cifras, de la importancia militar concreta de esas operaciones, lo interesante de Toulon son las personalidades que allí se reúnen por los distintos bandos. Por parte española es “comandante de armas”, es decir, jefe de las fuerza multinacional desembarcada, Federico Gravina, prototipo del marino de la Ilustración, científico y humanista. Y por parte francesa aparece un oficial de artillería llamado Bonaparte, que está llamado a ser el personaje histórico más importante de su siglo.

Aunque el peso específico de uno y otro en la Historia es incomparable, existe un curioso vínculo entre los dos hombres. Bonaparte estuvo a punto de ser marino como Gravina, y si en Toulon se enfrentan, una década después Gravina será el embajador de España en la coronación de Napoleón, quien lo tiene en altísima estima. “Gravina es todo genio y decisión en el combate”, dirá Napoleón lamentándose de no tener ningún almirante francés con sus dotes.

Napoleone di Buonaparte nace en 1769 en Córcega, recién adquirida por Francia. Pertenece a una familia de la nobleza de toga italo-corsa, que a los 9 años lo envía a una escuela militar francesa en Brienne. Por sus brillantes estudios es seleccionado para la Escuela Militar de París, donde se forma la élite castrense, los oficiales de Marina y Artillería. Tras pasar un duro examen con el famoso sabio Laplace, es nombrado oficial naval, pero su madre no quiere que se embarque y rechaza el nombramiento. En vez de ello, será oficial de Artillería. Así, la debilidad de una madre cambia el curso de la Historia, porque nadie sabe cómo sería Europa si no hubiese existido el general Bonaparte.

Este es solo el primero de los acontecimientos fortuitos que le llevarían a ser el hombre más poderoso del mundo y que, según dirá el propio Napoleón, le convencieron de que el destino le reservaba una plaza especial. En esa línea está también su nombramiento de capitán. Cuando comienza la Revolución Francesa, el teniente Bonaparte, que hasta entonces se ha aburrido en su carrera, duda qué bando escoger. La zarina Catalina de Rusia acoge a los oficiales monárquicos que emprenden el exilio, los émigrés, y el teniente Bonaparte, de 20 años, solicita entrar en el Ejército zarista como comandante. Rechazado por su altanería, abraza la causa republicana y, sin embargo, será Luis XVI quien firme su ascenso a capitán en uno de sus últimos actos de soberanía, antes de ser despojado del poder.

Le souper de Beaucaire

Es destinado al ejército que tiene que aplastar los levantamientos en el sur de Francia. Durante una aburrida misión de recogida de suministros mantiene una discusión política con unos comerciantes, con quienes comparte cena en una posada en Beaucaire, y recoge sus argumentos, ardientemente republicanos, en un panfleto que titula Le souper de Beaucaire (La cena de Beaucaire).

Mientras tanto, en el asedio de Toulon reina el caos. Los generales al mando han sido elegidos por su fiabilidad política, pero carecen de conocimientos militares suficientes. El capitán Bonaparte, al que naturalmente no hacen caso, decide irse a servir en el Ejército de Italia, pero antes de partir pasa por Niza para despedirse de un amigo de la familia, Saliceti, que es uno de los dos comisarios políticos que ha enviado la Convención al sitio de Toulon, ferozmente crítico con la forma en que este se desarrolla.

Al hablar con Bonaparte concibe una idea. Hay que darle un mando a aquel joven. Le presenta al otro comisario político, Gasparin, y a Robespierre el Joven, el hermano del hombre que manda en Francia. Bonaparte ve su oportunidad y les lee Le souper deBeaucaire. Todos quedan encantados, y además se produce otro de esos hechos fortuitos providenciales para Napoleón: el jefe de la artillería de sitio, Dommartin, es herido y causa baja. “La suerte está de nuestro lado –escribe Saliceti– hemos retenido al ciudadano Buonaparte, un competente capitán a punto de irse al Ejército de Italia, y le hemos ordenado reemplazar a Dommartin”.

Le ascienden a comandante e inmediatamente Bonaparte toma en sus manos el asedio, mostrando una autoridad apabullante para sus 24 años recién cumplidos. Los sitiadores solo tienen seis cañones, una cifra ridícula para atacar una plaza con fama de inexpugnable, pero el recién llegado remueve cielo y tierra y logra reunir un centenar de cañones. Con ellos va a poner en práctica algo que constituirá su sello personal en las batallas, la concentración de fuego de artillería en un volumen muy superior a lo que se practicaba.

El efecto de las baterías de Bonaparte es demoledor, romperá las defensas aliadas y decidirá la victoria, obligando al enemigo a retirarse. El comandante Bonaparte no solo domina técnicamente su arma, demuestra también su asombrosa capacidad de organización, su genio estratégico y su carisma. Las tropas adoran a un jefe que no se queda dirigiendo desde atrás, sino que participa en los asaltos e incluso es herido en el muslo por la pica de un inglés. De Toulon sale Bonaparte convertido en general camino de Italia, donde se hará famosa y verá claro su camino al poder.

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