Estrenos de la semana

24 / 02 / 2017 Antonio Díaz
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Denzel Washington dirige y protagoniza el drama Fences, basado en la obra homónima. Ewan McGregor se vuelve a meter en la piel de Mark Renton en la esperada secuela de Trainspotting

'Trainspotting 2"

Fences

Dirección: Denzel Washington

Reparto: Denzel Washington y Viola Davis

La adaptación al cine de toda obra de teatro debería enriquecer la intención del texto original a través de la puesta en escena. En otras palabras: la cámara no tiene que limitarse a filmar, sino que debe aprovechar la ausencia de limitaciones espaciales para redundar en el significado del texto. El dramaturgo August Wilson lo sabía muy bien y antes de morir en 2005 dejó escrita una versión para el cine de la obra con la que fue galardonado con un premio Pulitzer: Fences, que ahora dirige y protagoniza Denzel Washington en el papel de Troy Maxon, el patriarca de una familia obsesionado con cercar su propio hogar, para alejar a los intrusos, para contener los secretos y las mentiras.

T2: Trainspotting

Dirección: Danny Boyle

Reparto: Ewan McGregor, Ewen Bremmer y Robert Carlyle

Hace veinte años, cuando se estrenó Trainspotting -probablemente una de las películas más representativas de la década de los noventa-, toda una generación se identificó con Renton y sus colegas, aunque no fueran heroinómanos, o broncas profesionales o incluso sanotes amantes de los gatos (que paradójicamente son los que acaban peor parados en el filme). No hacía falta sumergirse en las ponzoñosas aguas del bar más sucio de toda Edimburgo para comprender que no es que no hubiera futuro, como preconizaban los punks de las décadas precedentes, sino que el futuro era una dispensadora industrial de vidas anodinas, trabajos de mierda, hipotecas a plazo variable y creación de necesidades -entonces era una televisión grande que te cagas, ahora las tentaciones por morder la manzana del consumismo se han diversificado-. La heroína representaba la radicalidad de un camino divergente, por eso simpatizamos con Renton, aunque jamás nos agujerearíamos el brazo, y Trainspotting representa una nostalgia por tiempos que ahora con la distancia nos parecen mejores. Basta escuchar los primeros compases de Born Slippy para que nuestro cerebro nos diga: memento mori.

Que se iba a rodar una secuela estaba clarísimo desde el mismo momento en el que Irvine Welsh publicó Porno, la novela que actualizaba las vivencias de los personajes. Boyle, al final, se ha inspirado lejanamente en el texto y parte de una nueva escritura, pero la intención es la misma: revisar el mundo que dejaron aquellos personajes, volver a contemplarlo desde el andén, con la misma distancia que los espectadores. Y entonces es necesario hacer una advertencia: T2: Trainspotting no es la misma película que se apoderó de nuestras venas hace dos décadas. Y eso es una buena noticia. No lo es porque no lo puede ser, porque no tendría sentido. Y porque los personajes de ficción también necesitan evolucionar, e incluso descerebrados como Begbie o Spud o Sick Boy pueden reconocer sus errores -ojo, no he dicho “aprender”-. El mundo ha cambiado y todos somos veinte años más viejos, pero eso no quiere decir que el nihilismo postpunk haya dejado de tener sentido. Todo lo contrario. Renton-McGregor, con veinte años más en la sangre, ha tardado en darse cuenta de cuánto es ridículo pontificar al ritmo de Lust for life, pero eso no quiere decir que no siga siendo necesario hacerlo.

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