Escriben en español

20 / 06 / 2008 0:00 Inés Martín Rodrigo
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Llegados a España de Siria o de Iraq, son escritores de origen árabe que, aquí y ahora, se expresan en la lengua de su país de residencia.

Un antiguo proverbio árabe dice: “Un libro es un inmenso jardín que llevas en tu bolsillo”. Ese jardín, que empezó a florecer en la cultura árabe con Las mil y una noches, es hoy un frondoso bosque literario. Países demacrados históricamente por guerras, conflictos y, sobre todo, la larga mano de la política (Siria, Sudán, Egipto, Marruecos, Arabia Saudí o Iraq) han visto alejarse a sus escritores en busca de un horizonte artístico más libre. Pero el exilio, la represión o la censura no son los únicos impedimentos contra los que han tenido que batallar. La hegemonía milenaria impuesta por la obra cumbre de las letras árabes ha supuesto un largo peregrinar por la senda del silencio. Peregrinar que se vio aliviado en 1988, año en que el egipcio Naguib Mahfuz obtuvo el Premio Nobel de Literatura por su Trilogía del Cairo. Pero mientras Mahfuz recibía en Oslo el galardón, otros muchos autores se veían obligados a emprender el camino del exilio, en la mayoría de ocasiones sin retorno.

Sobre el sufrimiento

Es el caso de Malak Mustafa, poeta siria que llegó a España en 1989, un año después de la ceremonia noruega que consagraba a su compañero de profesión. “Creo que hay muchos como Naguib Mahfuz e incluso mejores. La concesión de ese premio tiene mucho que ver con la política, en tanto que Egipto ha tenido una apertura mayor a lo largo de su historia gracias a sus acuerdos con Estados Unidos”. Una conclusión tajante de una mujer curtida en la literatura. Editora, poeta, traductora, periodista... son muchas las artes que Malak practica, pero reconoce que la poesía continúa siendo su pasión confesable: “Mis versos van dirigidos al ser humano. Escribo sobre todo a la gente que está sufriendo y el sufrimiento es algo que existe en todo el mundo”. Un sentimiento, el del sufrimiento, que se manifiesta de manera universal en la literatura pero de un modo especial en las letras árabes. “Sigo el conflicto en Oriente Próximo de una forma cercana. En ese sentido me doy cuenta del papel tan fundamental que desempeña el dolor en el pensamiento del artista: penas, dolores... pero sobre todo sufrimiento continuo que inevitablemente se manifiesta en la obra”. Si se le pregunta sobre esos autores contemporáneos e imprescindibles, Malak contesta con precisión y casi sin parpadear: At-Taib Saleh en Sudán, Al Rehman Munif en Arabia Saudí, At-Takarli en Iraq o Muhamad al Maght en Siria. El problema: la falta de visibilidad provocada por la ausencia de traducciones. “La mejor manera de acercar la cultura árabe es mediante las traducciones. Hay gente que cree que el mundo árabe es un desierto, una jaima y un camello y no es eso, es mucho más rico que todo eso”. En su lucha por lograr esa visibilidad, Malak Mustafa organiza la Feria del Libro Árabe en España desde 1991, que este año contará con la presencia de un buen amigo suyo: Muhsin al Ramli. Este novelista de origen iraquí acaba de publicar Dedos de dátiles (El Tercer Nombre), su segunda novela en castellano. “La literatura árabe no puede escapar de la política, directa o indirectamente. La inmigración, el exilio, el desarraigo, todos esos elementos están presentes en mi novela. A la hora de escribir no puedo olvidar Iraq”. No obstante Muhsin llegó a España en 1995 huyendo del “régimen del dictador más sanguinario de la historia de Iraq”. Su hermano, conocido como el Lorca iraquí, fue ahorcado por el libre ejercicio de su profesión y Al Ramli se vio obligado a recurrir al exilio. Primero en Jordania y unos años después en España, donde pudo terminar su licenciatura en Filología Hispánica, en la Universidad Autónoma de Madrid. No todo fueron facilidades para Muhsin en un país con muchos prejuicios hacia la cultura árabe. “Como ha dicho Carlos Fuentes, el siglo XXI es el siglo del inmigrante. A España le falta hacer un gran esfuerzo al respecto, porque no hay becas para artistas inmigrantes. Hablan de integración y gastan mucho dinero, pero hay que apoyar el producto artístico porque la cultura es la mejor forma de entender al otro, el mejor puente entre Oriente y Occidente”. Muhsin trata de predicar con el ejemplo y desde 1997 codirige junto a Abdoul Hadi Sadoun la revista Alwah, única publicación cultural en lengua árabe en España. Desde sus páginas dan salida a las nuevas generaciones, representantes del futuro de las letras árabes, “un futuro muy bueno y muy prometedor –enfatiza Al Ramli–. En Alwah hemos visto artículos prohibidos en Iraq. Temas como el erotismo o el concepto de Dios son tabú en la cultura árabe y, sin embargo, nosotros los hemos publicado. Pero falta que Occidente haga un esfuerzo por dejar de lado tópicos absurdos a la hora de acercarse a la producción cultural árabe”. Combatiente arrepentido en la Guerra del Golfo de 1991, Muhsin cree “en el poder de la palabra” y para ello recurre a los versos de Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Su compañero en la dirección de Alwah, el poeta y narrador iraquí Abdoul Hadi, defiende el mismo discurso que su compatriota: “Hay que mirar la cultura al margen de la situación política, aunque esta cultura trate de temas sociales o religiosos”. Hadi está convencido de que “el escritor, el intelectual, es el que mejor representa la cultura de un país. El que lleva el espíritu de un pueblo es el que escribe la palabra”. Aunque en su caso, como en el de otros muchos, esa palabra esté coartada por la censura. “Cualquier autor árabe mira sus textos con lupa”, explica Abdoul, y hace referencia a la autocensura: “En Iraq publiqué especialmente poesía y también cuentos. Procuramos no hablar ni tratar directamente de asuntos que nos pueden llevar a la cárcel, pero camuflamos la crítica utilizando otros ejemplos como las dictaduras latinoamericanas”. Laico, aunque de procedencia chií, Abdoul Hadi explica con mesura por qué hay ciertos temas omnipresentes en la literatura árabe. Para ello recurre a la comparación histórica con España, “donde se han necesitado treinta años para poder encontrar novelas que hablen de la Guerra Civil con profundidad”. Los textos de Vila-Matas, Javier Cercas o Ruiz Zafón acuden a la memoria de Abdoul. “Hay que entender al escritor árabe hoy en día porque todavía estamos mancos de libertades. Aún necesitamos un cuarto de siglo para seguir hablando de ciertos temas hasta que se agoten: tenemos que hablar siempre de guerra, de conflicto, de libertades, de muerte... porque son cuestiones principales”. Mientras la literatura occidental forma parte del imaginario cultural colectivo, sólo se conoce el 3% de las letras árabes, un colectivo representado por más de trescientos millones de personas. Y en ese escaso margen de conocimiento predomina siempre la situación política del país originario del autor. Por ello, “hay que diferenciar entre la cultura y el sistema político. La cultura árabe es muy rica, aunque no llegue al gran público occidental –se queja Hadi Sadoun–. El problema es que nuestros países están siempre bajo el dominio de regímenes muy feroces y siempre nuestra voz llega al mundo occidental a través de ellos. El conflicto lo crean los políticos por sus intereses, pero en el mundo de la literatura existe una gran diversidad de voces que nunca termina en conflicto”. Esa diversidad tiene su mejor ejemplo en el enorme colectivo de intelectuales árabes que residen en España. Mientras Abdoul Hadi Sadoun es de origen chií, Muhsin al Ramli es suní, Malak Mustafa es turco-siria y Khaled Kaki, kurdo. Este último ha participado junto a sus colegas en el rodaje de Makbara, un corto que pretende dar voz a un universo cultural de suma riqueza y que competirá en el próximo festival de México. Kaki llegó a España en 1996, y cinco años después de la caída de Sadam ha visto publicado su último libro, Cuna de espejos enfrentados, en su país. “Puede que nunca llegue a los lectores que a mí me gustaría pero me hace mucha ilusión que esté en las estanterías de la reconstruida Biblioteca Nacional de Bagdad”. Consciente de la difícil situación por la que atraviesa Iraq, cinco años y 700.000 víctimas después de la invasión estadounidense, este joven narrador tiene claro que la palabra no sirve de nada frente a la barbarie. “Cuando naces en una dictadura no puedes cambiarla porque eres poeta y contra los tanques, los versos no sirven para nada. Con dinero puedes sacar a alguien de la cárcel en Siria o Iraq, pero si eres escritor y ejerces libremente como tal en esos países lo único que vas a conseguir es meter en problemas a tu familia”. Pero la esperanza parece aflorar en su mirada cuando, parafraseando a Rafael Alberti, Kaki se muestra convencido de que “Estados Unidos será una anécdota pasajera en la historia de Iraq”.

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