Entre hoteles de una noche y hospitales

03 / 05 / 2017 Antonio Puente
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Se cumplen cien años de Prufrock, el primer poemario de T.S. Eliot, que renovó la poesía contemporánea.

T.S. Eliot

Un lustro antes de La tierra baldía (1922),  Thomas Stearns Eliot (San Luis, EEUU, 1888-Londres, 1965) publicaba en Londres su primer poemario de relieve, La canción de amor de J. Alfred Prufrock, titulado entonces Prufrock and Other Observations. Si con Cuatro cuartetos (1945), al término de la Segunda Guerra Mundial, el poeta adquiriría su consagración definitiva, sería, curiosamente, también al término de la Gran Guerra, en 1917, cuando salieran a la luz las extrañas resonancias de su opera prima. “Vamos entonces, tú y yo, / cuando el atardecer se extiende contra el cielo / como un paciente anestesiado sobre una mesa”... Así arranca este revolcón radical a la poesía de Occidente, donde se pronostica un sol convaleciente y una atmósfera con respiración asistida como el paisaje humano más veraz. Lejos de las invocaciones más o menos tortuosas de románticos y simbolistas –pero, al mismo tiempo, no desdeñándolas sino reciclándolas–, el narrador del poema coge de la mano al lector para conducirlo, de un modo cómplice, texto adentro. Y, a la inversa de la tónica clásica de colorear con atributos de la naturaleza la condición humana, ahora el sol crepuscular emula a un paciente humano sobre la mesa de un quirófano. Hay testimonios de que, en su día, no se entendió esta nueva narratividad a través de la cual las más sesudas reflexiones (“corriente de la conciencia”, como se le ha llamado luego) conviven con los recuentos más banales (“he medido mi vida con cucharillas de café”).

Era, ciertamente, una poesía muy novedosa, de lírica y épica mutuamente amortiguadas, a la vez pagana y trascendental, y que daba rienda suelta a una magmática coloquialidad, con la que el poeta inaugura una estética muy cara al siglo XX. Como botón de muestra de la animadversión inicial, en una edición del suplemento literario de The Times de mediados de aquel año, se lee esto: “El hecho de que estas cosas ocurran en la mente del señor Eliot seguro que carece de importancia para cualquier persona, incluido él mismo. Ciertamente, no tienen relación alguna con la poesía”.

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