El hombre que canta poesía

05 / 03 / 2015 José M. Gómez / Fotos Paco Llata
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El barcelonés Miguel Poveda saca nuevo disco, en el que pone música a los versos de monstruos como Quevedo, Neruda o Miguel Hernández. En esta entrevista se desnuda para los lectores de Tiempo.

Poveda estrena disco, Poemas y sonetos para la Libertad, en el que canta junto a Joaquín Sabina, Ana Belén o Miguel Ríos versos de Quevedo, Neruda o Miguel Hernández . Poveda es el artista más popular del cante flamenco aunque esa popularidad se la debe en buena parte a la copla, que le ha permitido conectar con amplios sectores del público. En los últimos años lleva una actividad frenética de producciones discográficas y conciertos un día en la plaza de toros de Las Ventas y otro en el Teatro Real.

¿Qué se ve desde el escenario de la plaza de toros de Las Ventas?

No se ve nada. En un teatro para 600 personas no es la misma sensación de recogimiento. Lo que hice en Las Ventas era una repaso de mis 25 años de carrera y era un formato más amplio. Me quedaba con la cosa esa de que en Madrid se agotaban las entradas. Así que escogimos un lugar para hacer un espectáculo más grande, con una banda con Joan Manuel Serrat. Claro que no hice exclusivamente flamenco, hubo una parte de poesía, otra de música popular.

En el Teatro Real grabó un DVD. Tampoco parece un lugar muy flamenco. Hay mucho aire sobre las cabezas.

Ahí llevé un grupo grande con tres guitarristas, fue para Artesano, así que cuando era guitarra y voz lo que hacíamos era adelantarnos para estar más cerca del público. Construimos el concierto en base al lugar en el que estamos. Tratamos de romper esos muros. Para mí es importante sentir la energía del público.

Estuvo estupendo en la gala de entrega de los Goya pero, ¿no es terrible el playback?

Sí, es terrorífico. Yo no lo he hecho en mi vida... para no mentirte, lo hice una vez en un programa de fin de año y dije: nunca más. Pero en los Goya no me dieron otra opción. En el Resistiré me dejaron cantar en directo la parte del final. Ya hemos decidido que con este disco como mucho la música puede ir en playback pero que la voz debe ir en directo. El playback, nunca más.

Después de su papel en La teta y la luna con Bigas Luna se ha retirado del cine.

No estaba en mis planes el cine. Era un papel muy tierno y cantaba bastante. Luego hice un par de cortos pero qué va, no tengo vocación de actor, ni me veo capaz ni es mi mundo. Me encanta como espectador.

Hablemos de su identidad. ¿Quién es Miguel Poveda?

Por parte de mi padre viene de La Paca, una pedanía de Murcia, tuvo que morir mi padre para conocerlo. Por parte de mi madre son de Puertollano, un pueblo minero. Emigraron a Cataluña, donde nací y viví hasta los 30 años. Una mezcolanza.

¿Aprendió catalán en el colegio o en la calle?

En casa no. En el colegio el catalán era una de las asignaturas hasta que hubo un cambio muy brusco y pasamos a tener todas las clases en catalán y solo una asignatura en castellano. Tuve muchos suspensos porque tenía que hacerlo todo en catalán, multiplicar... todo. Fue un trauma. Perdí el interés por el catalán, aunque luego lo volví a recuperar.

¿Cuándo se da cuenta de que va para artista?

Siempre he fantaseado con eso. Esa cosa de niño de imitar. Yo creo que era mi destino. Luego me di cuenta de que no era un juego, que había un compromiso con el arte y tomo conciencia de ello a partir de que gano el concurso de La Unión (1993).

Y cuándo se reconoce en el arte,  en su voz

Cuando creo en lo que estoy haciendo. Hay días en los que no he estado bien de facultades, que no tienes la voz al cien por cien pero lo has expresado de otra manera. En realidad no es la voz... del todo. Hay una parte del corazón y del clima que a veces se crea. Por el estado de ánimo, por el sonido, que todo lo que digas suene bien, y cuando se da todo eso aunque la voz no llegue a las notas más altas. Ahí es donde me creo todo lo que estoy cantando, ahí está la verdad, donde disfruto. En un concierto flamenco pasas por muchos estados de ánimo, por alegrías o algo picaresco por una bulería de Cádiz y luego te metes por seguiriya, que estás arañando las entrañas por otro lado.

Alguien me dijo que no podía escuchar a Morente por ronco. A veces los flamencos pierden la perspectiva de esas cosas.

Mira, Rancapino es un cantaor que a mí me fascina. Ya está mayor y tiene las facultades mermadas, tiene media voz, pero en esa voz tan chiquitita tiene un mundo que a mí me eriza la piel. Siempre me gustó Chavela Vargas pero cuando tuve la ocasión de cantar con ella, poco antes de morir, yo no podía parar de llorar. Estaba en silla de ruedas diciendo la canción con esa angustia...

En su nuevo disco canta a los poetas. Lo que más me gusta es lo que ha hecho con Joaquín Sabina, que es lo más flamenco del disco.

Hicimos un doble homenaje a Morente y al Omega. Asumo todos los riesgos, pero es algo que necesito hacer.  La experiencia de trabajar con Pedro Guerra y con Luis García Montero es algo vivido y eso no lo cambio  por nada. Pero yo no le voy a pedir permiso a los flamencos para ser cantante.

Vive en Sevilla.

Sí, pero ahora me estoy planteando pasar temporadas en Barcelona. Mi vida son los viajes y mi casa. En Andalucía soy muy conocido y hay una parte de la vida a la que renuncias. Cuando estuve en Barcelona grabando hacía calle. Estoy en un momento de mi vida en el que me planteo retomar Barcelona y pasar temporadas. Necesito calle. Yo vivía en el Gótico, en la calle Boquería, que está llena de turistas, ahora no podría vivir en esa parte de Barcelona.

¿Y la política?

Está el ambiente enrarecido. Pero no solo en Cataluña. Hay cosas que se me escapan como ser humano: la corrupción, las guerras... Esa cosa deshumanizada que se respira. Me da un poco de miedo. 

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