El fenómeno Espinosa

29 / 04 / 2011 0:00 ANTONIO DÍAZ [email protected]
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Albert Espinosa, con una adolescencia marcada por el cáncer, ha sido el autor más vendido en Sant Jordi.

Albert Espinosa (Barcelona, 1974) asegura que el número 23 es muy especial para él. Un 23 de abril perdió una pierna como consecuencia de un cáncer, y otro 23 de abril, el de 2011, su novela Si tú me dices ven, lo dejo todo... pero dime ven (Grijalbo) fue la más vendida, en castellano y catalán, en el día de Sant Jordi. “Siempre que me pasa algo resulta que es un día 23, me trae suerte. Soy ingeniero industrial y los números tienen mucha importancia para mí”, confiesa a esta revista.

No es extraño que relacione con la suerte la amputación de una de sus extremidades. Su filosofía vital se sustenta en la convicción de que “las pérdidas, con el duelo, se convierten en ganancias”. Y este novelista ha perdido muchas cosas en sus 36 años de vida. “Perdí una pierna, un pulmón y medio hígado, pero fui feliz y yo creo que, cuando te curas, la gran lección que aprendes es que has perdido el miedo a la muerte”, explica. Esa forma de afrontar lo inevitable es una de las razones más poderosas de su éxito, que legiones de lectores de edades muy diversas -“de 12 o 13 años hasta una anciana de 102”- se acercaran el pasado sábado al puesto en el que firmaba para conocerle, hablar con él o simplemente pedirle un abrazo. Y, claro, para comprar su libro.

“Yo siempre he pensado que los desconocidos son tus mejores aliados”, afirma. En su última novela, precisamente, homenajea a todos esos desconocidos con los que se ha topado y de alguna forma le han dejado huella. “Cada año busco 12 perlas: 12 personas que me marquen, y yo creo que esta visión, de los desconocidos a tu lado, ha conectado con la gente”, explica.

Ternura contagiosa.

En cualquier caso, su éxito no ha sido del todo inesperado. El año pasado, su primera novela, Todo lo que podríamos haber sido tú y yo si no fuéramos tú y yo, fue la segunda más vendida en Sant Jordi. Y dos años antes, con su primer libro, El mundo amarillo, en el que contaba su experiencia con el cáncer y ahondaba en su mágica relación con el número 23 -las 23 cosas que aprendió con la enfermedad-, ocupó el tercer puesto en ventas. Pero antes del boom editorial, su nombre ya era conocido por sus guiones para el cine (Va a ser que nadie es perfecto o Héroes), su debut como realizador (No me pidas que te bese, porque te besaré) y las obras de teatro que ha escrito, dirigido e, incluso, interpretado, como Idaho y Utah, Cuatro bailes o El club de las pajas. Al contrario que otros actores, no teme al color amarillo. Para él, “amarillo” es todo aquel que “no es un amigo ni una persona que ames, pero a la que puedes abrazar y acariciar y con la que sientes una cercanía”. Por eso, tampoco es raro que sus fieles le preguntaran el pasado sábado si podían ser su amarillo. Su ternura patológica ha contagiado a sus lectores.

Pulseras rojas.

Otro de los fundamentos del fenómeno Espinosa es el éxito de audiencia en Cataluña de la serie Polseres vermelles, que emite la cadena autonómica TV3 todos los lunes (el 2 de mayo concluye la primera temporada). Esta ficción televisiva está basada en sus experiencias en los hospitales, no solo como paciente adolescente, enfermo de cáncer, sino también las que ha acumulado después, cuando acudía allí para dar conferencias y conocer a los enfermos. Al contrario que Planta 4ª, una película que dirigió Antonio Mercero inspirada en su adolescencia en la planta de oncología, la serie es “un relato de cómo es la vida en un hospital para chicos que tienen problemas de corazón, anorexia o están en coma, y yo creo que es increíble que esos personajes hayan emocionado tanto”. O, como dice con sorpresa, que los actores se hayan convertido en “ídolos de carpeta”.

Su vitalidad, su inquietud profesional y su multiplicidad de facetas las justifica de una forma muy sencilla: “Hice un pacto de vida en el hospital: teníamos que vivir las vidas de los que muriesen, y a mí me tocó vivir 3,7 más la mía, 4,7, y por eso me gusta hacer muchas cosas”. El decimal viene de que las vidas de los que expiraban se repartían entre todos: “Yo llevaba mi cómputo y la suma me dio esto”, añade. Normaliza la tragedia y la aborda con humor. “Es el gran aliado que tienes, el poder hacer bromas o simplemente reírte de lo que está pasando, porque al final convives con ello. Me gusta hablar de estos temas porque nadie habla de ellos”, añade.

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