Arte en el erial

28 / 04 / 2016 Javier Memba
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Tomando el título de la primera de las novelas de Max Aub sobre España reunidas en el ciclo de El laberinto mágico, Campo cerrado, la nueva muestra del Reina Sofía, propone un recorrido por el arte de posguerra.

Los atletas (1940) de Luis Castellanos

Destacado miembro de la Escuela de Vallecas, Castellanos sintetiza la experiencia de los perdedores anónimos. Anarquista, tras la guerra fue recluido en un campo de concentración. Salió en 1944 para morir, a los 30 años, de tuberculosis.

Antro de fósiles (1930) de Maruja Mallo

La España del exilio también tiene cabida en la muestra. La surrealista Maruja Mallo, muy comprometida con el renacer cultural de la República, estuvo fuera hasta 1961. Este óleo previo a la guerra parece presagiar el apocalipsis que la apartaría del país.

Ruinas (1943) de Luis Quintanilla

“Unos hombres sin más destino que apuntalar ruinas”, escribe Blas de Otero en uno de sus más celebres versos. Se refiere a aquellos que, para afrontar los rigores de los años 40, apenas tenían otra cosa que el relato de las grandezas del pasado del país que repetía el discurso oficial. Estas ruinas que nos muestra el artista parecen aludir a las del poeta.

Composición (1940) de Esteban Francés

Basta con recordar los elogios que André Breton –el guardián de la ortodoxia surrealista– dedicó al “automatismo absoluto” de este artista para dejar constancia de su inequívoca adscripción a aquella vanguardia. Se exilió en 1937.

Retrato de la madre del artista (1942) de Pancho Cossío

Cossío era hedillista –falangista perseguido por Franco por oponerse a la unión con los requetés–, la España de la posguerra no era la suya. El riguroso luto que viste su madre bien podría sintetizar el que abrumaba a aquella nación.

Sin título (1943-1963) de Manuel Ángeles Ortiz

Integrante de la generación artística del 27, Ortiz también ilustró las primeras ediciones de los poetas de ese mismo año. Implicado en las Misiones Pedagógicas de la República y en la cultura antifascista de la guerra, al final de la contienda fue internado en un campo de concentración en Francia. Salió por mediación de Picasso. Su regreso a España en 1958 dio un nuevo brío a su obra.

La torre de los siete jorobados (1944) de Edgar Neville

Esta muestra también recuerda a quienes ganaron. De entre los cineastas que vencieron, Edgar Neville fue uno de los más destacados y hoy es uno de los más reivindicados por los cinéfilos. Esta cinta es una de sus obras maestras.

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