Una gran pérdida

26 / 01 / 2018 Pedro Páramo
  • Valoración
  • Actualmente 0 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
  • Tu valoración
  • Actualmente 0 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
¡Gracias!

La desaparición de la revista de los quioscos es una calamidad: afecta no solo a sus periodistas sino a toda la sociedad.

Con los semanarios de información general de los años 70 y 80 del siglo pasado se inició el llamado periodismo de investigación en España. Fueron los semanarios los medios de comunicación más influyentes en la restaurada democracia. En 1987, el creador del Grupo Zeta, Antonio Asensio, hizo director de TIEMPO a José Oneto, que durante doce años había realizado una brillante labor de dirección en Cambio 16, otro de los grandes semanarios de la transición democrática, y Oneto me llevó a TIEMPO con otros destacados periodistas que habíamos trabajado con él en Cambio 16, como Miguel Rodrigo, Sebastián Moreno o José Díaz Herrera. Nueve años más tarde me hice cargo de la dirección de TIEMPO, cuando Oneto se fue a Antena 3 como director de informativos. 

A finales de los 80 y durante los años 90 los semanarios ya constituían el eslabón más débil en la cadena de publicaciones periódicas. Las cualidades principales que sustentaban su éxito, el reportaje de investigación y la publicidad en color, fueron paulatinamente asimiladas por los diarios, al reforzar sus techos informativos con redacciones más numerosas y con la cuatricromía en vistosos dominicales. Con todo, la calidad y la dedicación de los periodistas que formaban nuestra redacción permitieron que la difusión de TIEMPO se mantuviera a la cabeza de los semanarios a pesar de que en esos años aparecieron en los quioscos tres nuevas revistas competidoras, alguna de ellas, de vida muy breve, sustentada por el mayor grupo editorial del momento. 

Debido a esta desproporcionada competencia los semanarios se iban convirtiendo poco a poco en el medio más fácilmente prescindible para los lectores.  La revista necesitaba de nuevas ideas de promoción y en TIEMPO el papel de los administradores y comerciales adquirió una influencia insólita hasta entonces. Se recurrió entonces al “periodismo tómbola”, es decir, a reforzar la venta de ejemplares con un regalo, un libro, un disco o un vídeo. Algunos diarios que se burlaron cruelmente de aquel esfuerzo han acabado regalando productos algo no tan nobles, como cuberterías o vajillas.

La inclusión de aquellos regalos produjo un perverso espejismo momentáneo en las ventas: sus costes se cubrieron con el aumento de precio del ejemplar o la reducción de páginas y con el recorte de los recursos para conseguir información. La credibilidad de la publicación al colocar el obsequio sobre la portada se resintió notablemente. Aun así algunas exclusivas sonadas, como cuando Luis María Anson confesó a Santiago Belloch la confabulación de ciertos medios de comunicación para desalojar a Felipe González de La Moncloa –el número de mayor difusión de TIEMPO en su historia– permitieron a la revista mantener dignos niveles de circulación e influencia.

TIEMPO ha resistido como ningún otro semanario gracias a la fiabilidad de sus páginas. Su desaparición de los quioscos es una calamidad: afecta no solo a sus periodistas, sino a toda la sociedad. Parece lógico que desaparezcan los informativos tradicionales en papel barridos por la revolución tecnológica en estos tiempos en los que las informaciones de todo tipo circulan con profusión por las redes sociales. Hace casi dos décadas se intentó de convertir TIEMPO en un medio digital, pero el proyecto se abortó sin llegar a explorar sus posibilidades en la Red. Quizás no se valoró debidamente entonces que la esencia del trabajo periodístico se sustenta en la credibilidad que transmite, esfuerzo principal en mi etapa de director. Ahora quizás más que nunca, conviene recordar que la base del negocio de los medios informativos radica en la confianza que le concedan sus lectores, en la fiabilidad de sus noticias y comentarios.

*Pedro Páramo fue director de Tiempo de 1996 a 1999.

Grupo Zeta Nexica