23 de marzo de 2012

31 / 01 / 2018
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Los últimos secretos de ETA.

La Guardia Civil traslada al etarra detenido Juan Ignacio Otaño

La revista Tiempo siempre ha seguido de cerca los pasos de ETA, por eso tampoco ha dejado de ocuparse del final del terrorismo. Y precisamente una de las últimas exclusivas publicadas por la revista sobre la banda, de la mano de Antonio Rodríguez, tuvo como protagonistas a los últimos etarras en activo: sus sueldos, las pistolas que les quedaban...

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La banda terrorista ETA está más cerca que nunca de su desaparición. Desde que en octubre de 2011 decretó el cese definitivo de su actividad armada, las Fuerzas de Seguridad españolas y francesas han comprobado que la última organización terrorista todavía activa en Europa no ha incumplido ese compromiso. Los etarras que viven en la clandestinidad ya no disfrutan de la financiación de antaño, a través del impuesto revolucionario, han reducido al máximo sus movimientos y todos ellos se encuentran con la precariedad de unos medios que escasean por culpa de la inactividad. ¿Quiénes son y cómo malviven, en esta prolongada agonía, los últimos dirigentes y sus adláteres?

Las respuestas están en un libro al que ha tenido acceso Tiempo. Se trata de Secrets d’ETA, obra de Jean Chalvidant, profesor en el Instituto de Criminología de la Universidad París II, colaborador del diario Le Monde y uno de los pocos expertos que hay sobre el terrorismo etarra en el país vecino, donde la presencia de miembros de la banda y sus actividades delictivas siempre han tenido poca publicidad. En círculos aberzales se sitúa a Chalvidant cerca de los servicios secretos franceses, ya que en los asuntos de ETA se nutre de información de estos, que a su vez la reciben de las Fuerzas de Seguridad de nuestro país.

El número de efectivos con los que cuenta ETA en la actualidad es una de las obsesiones de los Gobiernos de Madrid y París. En un informe galo al que ha tenido acceso Tiempo, se indica que la cifra de etarras oscila entre los 150 y los 200 efectivos, una cifra muy inferior a la que había en los años ochenta del pasado siglo, cuando los más de 800 miembros activos de la banda pusieron en jaque a España.

El Gobierno de Nicolas Sarkozy considera que los últimos miembros reclutados por ETA tienen una media de edad de 25 años y una formación educativa “relativamente baja”, a diferencia de los antiguos jefes de la banda, que se caracterizaban por tener titulación universitaria.

La primera realidad es que la caída de comandos en los últimos años ha dejado exangüe a la banda. Cuando se detuvo a Ibon Fernández Iradi, alias Susper, en 2002, se le incautaron una serie de documentos en papel y en ficheros informáticos en los que se hablaba de 1.031 miembros, de los cuales la mitad (514) están ahora en prisión.

Buena culpa de ello la tienen los Gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero, durante los cuales se detuvo a 730 miembros de ETA, 430 después de la fallida tregua de 2006.

Una sangría continua de dirigentes, cuya muestra más clara es que la organización terrorista perdió en esos años a cuatro integrantes de la cúpula, a seis responsables del aparato militar y a tres del logístico. Un tercio de estas detenciones se produjeron en Francia.

Chalvidant cifra en 210 el número de etarras huidos que hay en la actualidad. Medio centenar de ellos forman el núcleo duro de la banda y están plenamente operativos, por lo que son los más buscados por los servicios policiales de Madrid y París. Casi todos ellos se encuentran, a su juicio, en territorio francés y perciben un sueldo mensual de 1.500 euros, 600 para cubrir sus necesidades más perentorias y 900 en concepto de seguridad, para el caso de que pierdan contacto con la organización.

Otra de las novedades aportadas por Chalvidant es la composición de la zuba o comité ejecutivo de la banda. En el nuevo organigrama destaca la entrada de tres veteranos –José Luis Eciolaza Galán, alias Dienteputo; Eusebio Arzallus Tapia, Paticorto; y Juan Cruz Maiztegui Bengoa, Pastor– con poder de mando sobre los jóvenes David Pla, Iratxe Sorzábal e Izaskun Lesaka, que se hicieron con el control de la cúpula tras las últimas desarticulaciones importantes en 2010 y 2011.

Sin embargo, en Secrets d’ETA no se afirma con claridad si el triunvirato dirige la organización desde Francia o si los tres veteranos se encuentran en otro país. “Serían difíciles de detener, puesto que algunos de ellos no se encontrarían ni en España ni en Francia, quizás más lejos, en América Latina”, afirma el autor del libro en función de lo que le han contado responsables de la lucha antiterrorista.

Situación insostenible

Los servicios de inteligencia hispano-franceses se han encontrado en los últimos meses con el desafío de identificar a los líderes de una organización terrorista en proceso de desmantelamiento, por lento que parezca a ojos de la opinión pública, y con unos jefes militares y de logística que han perdido peso en la banda en detrimento del aparato político. Por ello, desde el Gobierno español no se confirma ni se desmiente la información del libro. La Guardia Civil, por ejemplo, incluye en su página web una lista con los 20 etarras más buscados en la que hay dos veteranos como Joseba Iñaki Reta de Frutos o Carlos García Preciado, pero solo aparece Dienteputo en representación de los históricos. La Policía Nacional reduce aún más su propia lista, hasta dejarla en 13 miembros.

Chalvidant relata en su libro que las reuniones de la zuba de ETA se suelen celebrar una vez al mes bajo la iniciativa y el control del jefe del aparato político, en este momento Pastor. Las citas terroristas se desarrollan en un punto “del sudeste francés”, en un lugar que se fija en el encuentro precedente y para el que se eligen una granja o una casa perteneciente a un simpatizante francés.

Algunas fugas también sugieren que ha habido encuentros en el norte de Francia o en la frontera gala con Bélgica. Según el autor del libro, el teléfono está “proscrito” entre los etarras y, para evitar controles policiales, la banda desaconseja de forma encarecida los largos desplazamientos. Así las cosas, las convocatorias de reunión y los mensajes cifrados se hacen por Internet o correo postal. Una vez reunidos, las decisiones de la zuba son adoptadas a mano alzada por mayoría simple.

El problema más urgente de la banda es la falta de liquidez. En abril de 2011 anunciaron su renuncia al impuesto revolucionario, con el que se habían embolsado 3,8 millones de euros entre 2007 y 2008. Pero ahora ese dinero se está acabando. En opinión de Chalvidant, ETA depondrá las armas porque “su situación es insostenible” o, en su caso, las enterrará para evitar “demasiada humillación”.

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