17 de diciembre de 1984

26 / 01 / 2018
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Los archivos secretos de Francisco Franco.

Escena íntima de Franco junto a su mujer y su hija en el palacio de El Pardo

La revista TIEMPO publicó durante 18 semanas consecutivas una de esas exclusivas que cambian la historia: los archivos secretos de Francisco Franco. Miles de documentos y decenas de fotos inéditas hasta entonces que fueron puestos en orden por el periodista Víctor Salmador. He aquí el primer capítulo de aquella extraordinaria serie.

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Tenemos a la vista los famosos documentos y memorias de Franco, por los que se han ofrecido hasta 500 millones de pesetas. Apretados en más de 200 legajos, estos papeles contienen el pensamiento de Franco, la clave de sus aptitudes, los secretos de Estado de toda una época y la historia entera de 40 años del régimen. Los originales y los manuscritos, que fueron retirados de El Pardo por sus familiares, se encuentran en paradero desconocido. Quizá, los más importantes estén en el extranjero.

Es de suponer que algún día todos ellos sean entregados a los archivos de la nación, puesto que es al Estado a quien corresponde su custodia. Las carpetas a las que hemos tenido acceso, ahora en poder de la Fundación Francisco Franco, contienen fotocopias en cuya recopilación, ordenación y clasificación ha trabajado un grupo de expertos.

Para dar a estas síntesis un cierto orden y advirtiendo que los documentos y apuntes no están situados en los legajos por orden cronológico –puesto que temas del mismo periodo, y aun papeles referentes a un mismo tema, suelen aparecer en carpetas de muy alejada numeración– hemos de comenzar por los escritos de puño y letra de Franco, que pueden considerarse la base o armazón de sus memorias. Anticipamos desde ahora mismo una opinión puramente subjetiva: de los 20.000 folios a los que hemos tenido acceso, los más trascendentales (a nuestro juicio) se refieren al tema de la sucesión del propio Franco.

El capítulo rigurosamente inédito es el del cambio de actitud que en algún momento se operó en Franco, cuando pasó a considerar que, a su muerte, en lugar de sucederle “el Príncipe de mejor derecho”, como decía la ley de sucesión, pudiera establecerse una regencia que ejerciese la jefatura de Estado por periodos de diez años.

Esto es: en el año 1959 Franco no quería oír hablar de que, desaparecido él, tomase el poder un regente. Esto está claro. El 7 de marzo de 1959 el almirante Carrero Blanco, inspirador de muchas sugerencias a Franco y considerado la eminencia gris del régimen, entregó en El Pardo uno de sus periódicos informes. Dos de ellos aparecen en los legajos 138 y 167. Allí se lee: “Si el Rey recoge los poderes que tiene S.E. es para sentirse alarmados, porque lo cambiará todo. Hay que ratificar al mismo tiempo [se refiere a la ley de sucesión] el carácter vitalicio de la magistratura de S.E. que es Caudillo, más que Rey, porque funda Monarquía”. “Una vez hecho esto, se podrá decir a Don Juan, ¿acepta sin reservas? Si dice ‘no’, resuelto el problema, se pasa a su hijo. Si este dice ‘no’, se busca un Regente”. Pues bien, al costado del último párrafo Franco escribió “NO” en muy grandes caracteres.

Sin embargo, en el año 1962, después de que se realizó el Congreso del Movimiento Europeo en Múnich, al que concurrieron personalidades de la oposición monárquica junto con representantes del socialismo y del exilio, Franco piensa en el establecimiento de una regencia; de la regencia que solo tres años antes había motivado el “NO” rotundo. Ello ocurrió, probablemente, como consecuencia de un informe de fecha 20 de junio de aquel año, que está en el legajo 98, en el que se afirma que la asistencia a Múnich fue acordada en Atenas durante reuniones celebradas con motivo de la boda de los príncipes Juan Carlos y Sofía. Craso error. En Atenas no se habló sustancialmente del Congreso de Múnich, ni hubo reunión alguna en la que se tratara de este tema. Don Juan de Borbón y, por supuesto, su hijo don Juan Carlos, eran completamente ajenos al Congreso. Los miembros del consejo privado de don Juan que concurrieron a Múnich lo hicieron a título exclusivamente personal u ostentando otras representaciones.

Pero (y esto es lo de mayor importancia), en unas notas manuscritas de Franco (legajo 30), bajo el título Divagaciones, se leen dos palabras muy claras: “Sucesión, ¿reformarla?”. Y luego los párrafos que transcribimos textualmente: “La carencia de arraigo en el pueblo de la Institución [se refiere, obviamente, a la institución monárquica], la falta de unidad entre los diversos sectores, la exigencia de autoridad en la Jefatura del Estado, aconsejan el demorar la resolución en la designación del Príncipe de mejor derecho y establecer para un periodo de diez años la institución de la Regencia”.

Don Alfonso, de reserva

Seguimos copiando: “En lo sucesivo, y mientras por Ley refrendada por el pueblo no se establezca lo contrario, se seguirá en el Reino el sistema de Regencia por periodos de diez años a partir de su designación”. “La falta de unidad de criterio entre los sectores monárquicos integrados en el Movimiento, el claro desvío liberal de alguno de los candidatos. Plantearle el problema de la abdicación a don Juan y a don Juanito [se refiere a don Juan Carlos, al que su familia y muchas personas llamaban -y llaman aún- así] la identificación absoluta con el régimen y la entrega”. Franco siguió escribiendo: “Consultar a los grupos tradicionalistas llamándolos a la unidad bajo don Juanito... Si no, por falta de acuerdo, se puede plantear lo de don Alfonso. Ponerle a prueba identificación”.

“Sistema de Regencia por periodos de diez años”. “Por falta de acuerdo se puede plantear lo de don Alfonso”. ¿Cuál don Alfonso? ¿El primo de don Juan Carlos, hoy duque de Cádiz, que años después contraería matrimonio con la nieta del propio Franco, María del Carmen Martínez Bordiú?... En estos capítulos, al llegar a nuevos aportes documentales, volveremos sobre este tan sugestivo tema, que pudo haber cambiado la historia de España. Podemos divagar en paralelo con las divagaciones del propio Franco, el cual refleja sus dudas en los párrafos del escrito, al saltar de unas hipótesis a otras. En la mente de Franco se revela el propósito de que don Juan fuese eliminado del orden sucesorio y para conciliar esto con el orden de la sucesión dinástica, Franco pensaba en la abdicación de don Juan. Mediante este arbitrio aparecería don Juan Carlos como “el Príncipe con mejor derecho”, lo que debía conciliarse, a su vez, con la “identificación absoluta con el Régimen y la entrega”.  Por alguna razón o indicio, Franco sospechó que en don Juan Carlos pudiera no existir esa identificación y de ahí que escribiera: “Se puede plantear lo de don Alfonso”.

Aparece otra sospecha en el ánimo de Franco. Que no le sirva ninguno de los candidatos. Entonces no se declara, como hizo don Ángel Osorio en 1931, “monárquico sin Rey al servicio de la República”, Franco descarta la república y se aferra a la idea de la monarquía. ¿Solución?: la misma de los coroneles griegos al destronar a Constantino; o sea, el nombramiento de un regente. Franco tampoco desea que los poderes del regente estén en una sola mano: por eso habla de “la Regencia”, a la que ve como una trilogía: un capitán general, un arzobispo y un magistrado.

Si Franco se hubiese decidido por esta fórmula, la hubiese impuesto y es probable que el príncipe Juan Carlos hubiese terminado en el exilio, como su padre don Juan. El caso es que no lo hizo, pero está probado que reflexionó y escribió sobre ello. La historia de España y la corona del actual rey estuvieron entonces pendientes de un hilo.

La presencia del Príncipe en los legajos que integran el archivo de Franco, empieza desde antes de que don Juan Carlos tuviese uso de razón. Esto es, el Príncipe era un protagonista, digamos pasivo. Se le veía como una pieza clave en la partida que habría de jugarse en el futuro. Se especulaba con sus relaciones sentimentales, con las princesas que tenía cerca; una de ellas podría convertirse, en su día, en la reina de España. Se discutía acerca de sus estudios. Su formación, sus profesores, su entorno.

El propio Príncipe, que aún no había cumplido 10 años, percibió ese tejemaneje en torno suyo. He aquí una carta manuscrita dirigida por él a su preceptor Eugenio Vegas Latapié: “Estoril 3-9 de 1948. Querido Eugenio. Muchas gracias por tu carta, parece que son las mismas que escribías cuando estabas malo en Friburgo. Pero solo hay una diferencia y es que el papel era blanco. Yo estoy muy triste que se haya puesto malo tu padre y espero que se ponga pronto bueno. También que vayas, si puedes, a hacer una visita a Don Ventura. Y también a León y a José María Cervera. Eugenio, ¿es verdad que voy a ir a España en octubre para estudiar? Porque mira, todo el mundo me dice que voy a ir a estudiar a España. Es papá que me lo ha dicho porque ha hablado con el Generalísimo Franco. Y Franco quería que yo fuese a estudiar a España. Sabes que he ido al museo militar de Lisboa, era muy divertido porque había una bomba que echaba agua para beber. Y también había ametralladoras. Esta página te la reservo para los estudios. Ahora estudio tres horas al día y casi todos los días no podemos ni estudiar tres horas, siempre tiene que ser menos. Haré todo mi posible para estudiar bien y también para darte gusto. Un abrazo muy fuerte de Juan”. El buzón de El Pardo actuaba como un embudo para recoger y llevar a Franco todo cuanto se relacionase con don Juan Carlos. Lo mismo hay una protesta formal del jefe del Requeté de Madrid, Rafael Rivas Benito, dirigida al ministro José Solís, enviada por este al general Muñoz Grandes y renviada por Muñoz Grandes a Franco, como también se encuentra la descripción de una tertulia-cena que tuvo lugar el 27 de mayo de 1966 en casa de Joaquín Garrigues Walker. En el primer documento se rechaza la presencia de don Juan Carlos en el desfile de la Victoria y la protesta se centra en que: “Dicho Príncipe solo representa a la Monarquía liberal que nos empujó a derramar tanta sangre”. En la tertulia de Garrigues Walker (que fue, años más tarde, uno de los ministros de UCD) estuvo presente el Príncipe. Se cuenta con pelos y señales lo que se habló, destacándose que hubo unanimidad en un punto: el régimen que sucediera a Franco había de ser “un Estado de Derecho con instituciones democráticas de tipo europeo y actual”, concepto con los que el Príncipe estuvo de acuerdo.

En el legajo 38 aparece una carta de Gregorio Marañón Moya (hijo del famoso doctor). En ella Marañón cuenta a Franco que ha tenido una entrevista en Lausanne con la reina Victoria Eugenia (viuda de Alfonso XIII, abuela de don Juan Carlos), y que esta le ha dicho que su papel era muy difícil, colocada entre su hijo y su nieto. Doña Victoria había agregado: “De todos modos, si las cosas siguen así, Rusia gobernará en Europa. No quisiera estar en el pellejo de mis nietos, pues cuando sean mayores gobernarán los que hoy son sus porteros y sus chóferes”.

Al terminar el curso 1960-61, Franco quiso tener una entrevista larga con Juan Carlos y se preparó para ella mediante un guión con una mezcla de pedagogía entre Fenelón y Maquiavelo.

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Una de las fotos del archivo personal de Franco publicadas por Tiempo

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